¿Qué Dice la Biblia?
Introducción
En el capítulo 23 de Levítico, encontramos la descripción más detallada de las Escrituras sobre las fiestas del Señor dadas a los hijos de Israel. Fueron siete las fiestas que fueron ordenadas como tiempos consagrados para descansar, reunirse, sacrificar y conmemorar, sirviendo también como marcas importantes a través del año. Cada una marcó simbólicamente un evento importante en la historia de la redención del pueblo escogido de Dios. El resto de las Escrituras subraya la sagrada e importante naturaleza de esos días para Dios y los israelitas. Lo cual hace que nos preguntemos, “¿Qué deben hacer los seguidores de Cristo con estas fiestas?”
Para muchos, estas fiestas son ignoradas. La Pascua es vista como un precursor a la Cena del Señor y tal vez se hace una vaga conexión entre los advenimientos de Cristo (pasado y futuro) y la Fiesta de Tabernáculos, su muerte y el Día del Perdón, o su resurrección y la Fiesta de las Primicias. El derramamiento del Espíritu Santo sucedió en el Día de Pentecostés, pero a éste hecho se le da muy poca importancia. Aparte de esto, algunos creyentes no le dan mucha importancia a las fiestas, excepto que pertenecen a un pacto obsoleto.
Por el otro lado, otros insisten que la observación de las fiestas es algo que los cristianos deberían hacer. Más que un requisito estéril, ellos lo ven como un momento consagrado para reunirse con Dios, de celebrar y alegrarse. Para este grupo, las fiestas sirven como una representación gráfica del plan de Dios: pasado, presente y futuro. Dejar de observar las fiestas no es solamente un acto de desobediencia pero también es una gran pérdida personal para cualquier cristiano.
Entre estos dos polos otro grupo reconoce las fiestas como tipos dados por Dios que encuentran su cumplimiento en la persona viva y el trabajo continuo de Jesucristo. Estas personas consideran las fiestas como símbolos tangibles y de valor de nuestro Señor y Salvador contenidos en el antigüo pacto. Como tales, deberían ser estudiados en relación con Cristo, y si uno lo desea, aun conmemorarlos como medios de glorificar a Cristo y de apreciar el hermoso tapiz de la Palabra de Dios y su plan. Al mismo tiempo, las fiestas como prácticas ordenadas son vistas como pertenecientes exclusivamente al antigüo pacto. Observarlas no es un requisito de pacto para los cristianos que tienen una relación con Dios bajo los términos del nuevo pacto en la sangre de Jesús. Ésta es la posición que describes la perspectiva de la Iglesia de Dios (Séptimo Día). Aquí vamos a explicar y a apoyar este punto de vista al escudriñar lo que las Escrituras dicen acerca de los festivales anuales.
Fiestas en el Antigüo Testamento
Tora (Génesis—Deuteronomio)
La Tora es increíblemente importante en nuestro entendimiento de las fiestas. Ahí los mandamientos explícitos de Dios sobre las fiestas hablan de su origen, propósito y función dentro de su pacto con el pueblo de Israel. Estos textos son básicos ya que son los que ponen el fundamento para todas las discusiones bíblicas futuras de las fiestas. Estos libros históricos, poéticos y proféticos ocasionalmente dirigen las actitudes de Israel y sus acciones relacionadas con las fiestas, así como también la Tora nos proporciona una idea de la voluntad divina.
Observaciones clave: Las fiestas fueron dadas como parte del pacto de Dios con el pueblo de Israel en el Sinaí. Solamente aquellos que tomaron parte en este pacto por virtud de la circuncisión y fidelidad al pacto podrían observar estas fiestas.
La intención de Dios era que las fiestas fueran guardadas perpetuamente por el pueblo de Israel, como parte de su pacto con ellos.
Las fiestas y su observación estaban ligadas en la historia redentora del pueblo de Israel y estaban conectadas íntimamente a su contexto cultural, geográfico, ritual y de pacto específico. Las instrucciones dadas para observar las fiestas tienen aplicación solamente dentro de esa específica cultura, geografía, ritual y pacto.
La observación de cada una de las fiestas incluía sacrificios como parte de las prácticas de culto de los Israelitas. Al decir culto no nos referimos a un culto o a algo oculto sino a los ritos y rituales de adoración dadas al pueblo de Israel por Dios.
Dios mostró flexibilidad al permitir que las fiestas fueran observadas fuera de sus fechas marcadas bajo ciertas circunstancias. Esto remarca el énfasis de Dios en el corazón del observador y el significado de la fiesta en sí misma, en lugar de la insistencia en la exactitud de las fechas.
Versos clave: Éxodo 12:1-50; 13:3-10; 23:14-19; 34:18-25; Levítico 16:29-34; 23:1-44; Números 9:1-14; 15:1-31; 28:1-31; 29:1-40; Deuteronomio 16:1-17; 26:2; 31:9-13.
Libros históricos y poéticos
A pesar del hecho de que cubren un gran lapso de la historia (cerca de un milenio desde la conquista de Canaán al siglo sexto a.c. del regreso del exilio), los libros históricos dicen muy poco acerca de las fiestas. Pero basados en lo que sí dicen, podemos suponer que una muy importante razón para este silencio es el incumplimiento común de las fiestas a lo largo de la historia Israelita. Así que aunque los libros históricos añaden muy poco o nada a nuestro entendimiento de las intenciones de Dios para las fiestas, si hacen resaltan el descuido de ellas por el pueblo de Dios en general. Esto no es de sorprender, ya que el periodo de los jueces, se caracterizó en que cada uno hacía lo que le parecía correcto ante sus propios ojos (Jueces 21:25), y la monarquía consistía de reyes perversos en su gran mayoría y algunos cuantos justos cuyas reformas religiosas eran de corta duración e incompletas. Sin embargo, los libros históricos contienen algunos eventos destacados.
Observaciones clave: Una característica de varios reyes y líderes justos era su decisión de observar las fiestas de acuerdo con los mandamientos de Dios. A pesar de los descuidados que eran, las fiestas permanecieron como un símbolo vívido del pacto de fidelidad.
Dios continuó siendo flexible en cuanto a las fiestas cuando el pueblo deseaba honrarlo e incluía a tantos como se podía en su observación. Una vez más, esto subraya el énfasis de Dios en el corazón del que observaba y el significado de las fiestas mismas, en lugar de la insistencia en la exactitud de las fiestas.
Las fiestas permanecieron como una observación estricta del pacto que estaba limitado a aquellos que habían entrado al pacto entre Dios y el pueblo de Israel.
Textos clave: Jueces 21:19; 1 Crónicas 23:30, 31; 2 Crónicas 2:4; 5:1-10; 7:8, 9; 8:13; 30:1-27; 31:3; 35:1-19; 1 Reyes 8:1-10, 65, 66; Esdras 3:1-6; 6:19-22; Nehemías 8:13-18; 10:33; Salmo 81:1-5; Salmo 120—134.
Libros proféticos
Si la Tora dijo lo que Dios ordenó en cuanto a las fiestas, y los libros históricos/poéticos dijeron algo de la falta de Israel de observarlos consistentemente, los profetas dicen lo que Dios deseaba en conexión con guardar las fiestas: fidelidad al pacto en los asuntos más importante de la ley. Los profetas hacen un llamado al pueblo de Dios para alcanzar la justicia, misericordia y fe. En la ausencia de estos, las fiestas son una farsa repugnante. Sin embargo, cuando el corazón del pacto se observa fielmente, entonces las fiestas son bienvenidos actos de adoración.
Los profetas dan una visión especial hacia las fiestas ya que dan voz a la ira de Dios al preparar a su pueblo para el juicio inminente y la esperanza de Dios al prever el día cuando serán restaurados. En su ira Él rechaza la adoración no sincera de su pueblo malvado, aun la adoración que sucede en los días de fiesta. En su esperanza, Él ve un templo reconstruido en el cual las fiestas pueden ser observadas en santidad y sinceridad, atrayendo las naciones a adorarlo.
Observaciones clave: La conexión entre la validez de la observación de las fiestas y un cumplimiento del pacto más amplio se clarifica, destacando el hecho de que las fiestas eran parte del pacto de Dios con Israel.
En varias formas, la observación de las fiestas, particularmente la Fiesta de los Tabernáculos, simbolizaba el pacto de fidelidad. Las visiones de Isaías y Zacarías del Día del Señor, marcado por los gentiles guardando las fiestas, indican la importancia de esos días simbolizando los términos del pacto con Israel.
Textos clave: Isaías 1:1-20; Lamentaciones 1:4; 2:6, 7; Ezequiel 36:38; 45:1-25; 46:1-24; Oseas 2:11; 9:5; 12:9; Amós 5:21; 8:10; Nahúm 1:15; Zacarías 8:19; 14:16-19; Malaquías 2:3.
Fiestas en el Nuevo Testamento
Evangelios
Los evangelios marcan un periodo de transición importante, del antigüo al nuevo pacto. Mientras Jesús participó como un Israelita en el antigüo pacto, también personificó al nuevo pacto. Su encarnación en la tierra marcó un tiempo único en la historia cuando un pacto estaba cumpliéndose y haciéndose obsoleto y el otro siendo instituido. Como judío, Jesús fielmente se sometió al antigüo pacto. Pero como el Hijo de Dios encarnado, demostró por medio de palabra y acción de que Él era el cumplimiento de la Ley y los profetas y todo lo que contenían, incluyendo las fiestas.
Observaciones clave: A diferencia del periodo histórico del Antigüo Testamento en el cual las fiestas eran comúnmente descuidadas, los evangelios representan una era en la cual la observación de las fiestas era normativa entre el pueblo del pacto de Dios.
Jesús, su familia y todos sus asociados judíos parecen haber observado habitualmente las fiestas en sus tiempos y costumbres designadas.
Particularmente en el evangelio de Juan, las enseñanzas de Jesús indican varias formas en las cuales él personalmente cumplió las fiestas. Es evidente el patrón que seguía, cuando una fiesta se mencionaba y después Jesús enseñaba o demostraba algo significativo acerca de su identidad con un paralelo sorprendente a las fiestas. Los escritores de los evangelios consistentemente se enfocan en la identidad y obra de Jesús, en lugar de la fiesta, la cual sirve simplemente como un fondo para sus demandas finales.
Juan 6 sirve como un ejemplo excelente. El narrador nos dice que la Pascua está cerca (v. 4) y después relata lo que hizo Jesús con la multiplicación de los panes, cuando caminó sobre las aguas y su enseñanza sobre su identidad como el verdadero pan del cielo/vida. La semejanza a la historia de Éxodo con el cruce del Mar Rojo y la provisión del maná es sorprendente: Jesús demuestra en palabra y de hecho que solamente Él proporciona redención, provisión y vida.
La muerte de Jesús sucedió muy cercana a la Pascua, siguiendo inmediatamente su iniciación del nuevo pacto en su carne/sangre, simbolizada por el pan y el fruto de la vid.
Textos clave: Mateo 26:2, 5, 17-19; 27:15; Marcos 14:1, 2, 12-16; 15:6; Lucas 2:41, 42; 22:1, 7-15; 22:1, 7-15; 23:17; Juan 2:8, 9, 13, 23; 4:45; 5:1; 6:4; 7:2, 8, 10, 11, 14, 37; 10:22; 11:55, 56; 12:1, 12; 13:1-4, 29; 18:28, 39; 19:14.
Hechos
El libro de Hechos registra incidentes desde los primeros 25-30 años de la historia de la iglesia, empezando con la ascensión de Jesús y finalizando con el encarcelamiento del apóstol Pablo en Roma. El libro sigue el esquema dado en la comisión de Jesús en Hechos 1:8: “Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” (NVI) De acuerdo con el estilo narrativo de Hechos, los pocos lugares que mencionan las fiestas no comentan de su importancia para la comunidad cristiana. Más bien, se les refiere como marcadores temporales que implican alguna conexión entre la historia y la fecha de la fiesta.
La importancia de este cambio en curso no debe pasarse por alto. En el Antigüo Testamento, las referencias a las fiestas siempre se hacían en conexión con la fidelidad de pacto. Las fiestas fueron dadas como parte del pacto. Las Fiestas eran ignoradas al descuidar el pacto y fueron guardadas en honor al pacto. Pero después de la transición marcada por los Evangelios, el libro de Hechos no hace referencia a las fiestas como una obligación de pacto.
Observaciones clave: Jesús escogió el Día de Pentecostés como el día en el cual derramaría su Espíritu Santo en sus discípulos. Ni Hechos 2 ni ningún otra escritura hace un enlace teológico entre el tiempo de este evento y la llegada del Espíritu. Sin embargo, muchos estudiantes de la Biblia ven un paralelo entre la promulgación de la ley y el derramamiento del Espíritu. Todo lo que está explícitamente explicado en el texto es que el derramamiento del Espíritu sucedió cuando Jerusalén estaba lleno de judíos dispersos quienes subsecuentemente escucharon y aceptaron el mensaje del evangelio.
Pedro fue arrestado por Herodes durante la Fiesta de los Panes sin Levadura y Herodes intentó detenerlo hasta después de las fiestas. En lugar de eso, Pedro fue rescatado milagrosamente de la cárcel con un ángel del Señor como su guía. La semejanza con el éxodo del pueblo de Israel siendo liberados de un rey malvado y siendo guiados por un ángel del Señor durante la noche es absoluto.
En un lugar Lucas menciona que Pablo modificó los planes de viaje para estar en Jerusalén en el Día de Pentecostés (1 Corintios 16:8). La razón dada no es que Pablo se sintió obligado a observar la fiesta, pero, así como los capítulos 20-21 lo revelan, él estaba ansioso de llegar a Jerusalén porque creía que Dios lo estaba dirigiendo ahí, a pesar de una persecución inminente. Cuando llegó a Jerusalén, Pablo se apresuró a reunirse con sus hermanos cristianos. Y fue entonces que se sintió obligado a ir al templo y participar de los rituales de culto para apaciguar a los judíos cristianos que eran muy celosos de la ley.
En Hechos 20:6 Lucas menciona que los discípulos estaban en Filipo durante la Fiesta de los Panes sin Levadura, seguido por un viaje de cinco días a Troas en donde permanecería por una semana. Este es un verso muy importante, dada la expectativa de que todos los judíos estarían en Jerusalén para la Pascua. Aparentemente los primeros cristianos no estaban sometidos por este requisito (Deuteronomio 16:16).
Versos clave: Hechos 2:1-47; 12:1-5; 20:6, 16; 21:15-29.
Epístolas
Si los evangelios marcaron una transición del pacto antigüo al nuevo y el libro de Hechos narra las vidas de las personas viviendo en ese nuevo pacto, las cartas nos ofrecen una reflexión teológica sobre lo que la vida del nuevo pacto conlleva. Las epístolas que no fueron escritas por el apóstol Pablo no dicen nada explícito en cuanto a la observación de las fiestas del nuevo pacto. Pablo dice muy poco, pero en unos cuantos versos revela una vista indicando claramente que Cristo cumple y reemplaza las fiestas y que la observación de las fiestas del nuevo pacto, se refiere genéricamente a la vida cristiana, no a prescripciones del antigüo pacto. Tal punto de vista, concuerda muy bien con la relación entre el antigüo y nuevo pacto como se describe por el autor de Hebreos.
Observaciones clave y textos: En varios lugares, Pablo afirma que Cristo ha provisto la “expiación” por el pecado (Romanos 5:6-11). Tal afirmación implica la obsolescencia del Día de la Expiación o perdón, el día señalado para ofrecer sacrificios para la expiación por los pecados de los hijos de Israel. Pablo afirma que Jesús de una vez por todas por medio de la expiación que nos proporcionó hizo que todos los otros sacrificios fueran superfluos. También hace un llamado a los creyentes a observar la muerte y resurrección de Cristo como santa, en lugar de un día en el cual se ofrecían sacrificios de animales como expiación por los pecados de otros bajo un pacto obsoleto. Por lo cual, no es de sorprender que el apóstol Pablo nunca dice haber observado el Día del Perdón, y tampoco instruye a los creyentes a hacerlo. En lugar de eso, los instruye para conmemorar la muerte de Cristo por medio del compartimiento del pan y de la copa (1 Corintios 11:17-34).
Un pasaje en el cual discute la excomulgación de un hermano en pecado, Pablo hace un llamado a los Corintios a “guardar/celebrar las fiestas” purgando el cuerpo cristiano de pecado (1 Corintios 5:7, 8). Aquí, el apóstol Pablo nos ofrece un paralelo entre la observación de la Pascua/Panes sin Levadura del antiguo pacto y la experiencia del nuevo pacto. El declara que Cristo es la Pascua, el pecado (específicamente, la malicia y la maldad) es la levadura y el cuerpo cristiano es y debe permanecer como una nueva masa de pan sin levadura viviendo en sinceridad y verdad.
Así en el único pasaje de las Escrituras en donde se les instruye a los cristianos a guardar una fiesta, se les dirige a hacerlo en una forma puramente figurativa en virtud de vivir una vida santificada. Además, el reconocimiento de que Cristo es la Pascua sirve para indicar el lugar secundario de la observancia de la Pascua del antiguo pacto en nuestro entendimiento de la historia de la redención. En el antigüo pacto, la Pascua se presentó como un acto redentor por excelencia. Y como tal, fue digno de conmemorarse. Sin embargo, en el nuevo pacto, la Pascua ya no es el acto redentor más grandioso de parte de Dios; la muerte de Cristo lo es. Por lo tanto es Cristo quien debe ser conmemorado por los cristianos mediante una vida santa y por medio de la celebración de la Santa Cena (esta es probablemente la “fiesta de amor” a la cual se refieren los judíos, 1:12).
Al discutir el tema de la resurrección, Pablo dice que Cristo fue levantado de los muertos como las “primicias” de aquellos que durmieron (1 Corintios 15:20-24). Este retrato hablado sugiere que los creyentes serán levantados como la cosecha que sigue a estas “primicias.” Dado que la Fiesta de las Primicias consistía en gran parte de sacudir las gavillas del grano el día después del sábado y Cristo apareció después de su resurrección el día después del sábado, lo más probable es que el apóstol Pablo aquí está recurriendo a las imágenes de las fiestas para indicar como es que Cristo las cumplió y remplazó. De la misma forma, la audiencia de Pablo debió haber entendido que mientras que los hijos de Israel recordaban un día del pasado cuando entraron a la Tierra Prometida y cosecharon una cosecha de grano, los cristianos ven su entrada futura a la gloria eterna por medio de la cosecha espiritual de creyentes resucitados. Para seguir las enseñanzas de Pablo, esta celebración no consistiría de la observación de cierto día en forma específica sino la vivencia de una vida “resucitada” (Romanos 6:1-14).
Los festivales, lunas nuevas y sábados (semanales o anuales) referidos en Colosenses 2:16, 17 no deberían entenderse como observancias de buena fe de los cristianos. Más bien, deben ser entendidos en el contexto de la “herejía de los Colosenses,” un sincretismo de prácticas cristianas, judías y paganas con lo cual los ritos y los ángeles eran elevados por encima de Cristo en una extraña jerarquía. Así que, este pasaje no nos ayuda a dirigirnos o a alejarnos de observar las fiestas en sí mismo, sino que nos advierte en contra de permitir tales observaciones para disminuir a Cristo.
En Gálatas 4:10 Pablo menciona que uno de las formas específicas en que los gálatas habían regresado a la esclavitud de la ley, era en que ellos “observaban los días y los meses y las estaciones y los años.” Si esto se refería a las observancias del calendario judío, entonces la amonestación de Pablo aquí debe considerar seriamente en un una discusión sobre la observancia de los festivales cristianos. Si uno se pregunta por qué Pablo considera la observancia de los festivales como una reversión a la esclavitud legal, hay dos posibles respuestas
Primero, los gálatas estaban buscando justificación por medio de la observación de la ley y por lo tanto se habían alejado de la gracia (5:4). Cualquier obediencia a la ley que tiene como meta ganarse la salvación es una afrenta a la gracia gratuita de Dios en Cristo Jesús. Pero el apóstol Pablo pudiera tener otra preocupación, más específicamente relacionada a la observación de las fiestas. La observación de las fiestas en el tiempo de Pablo todavía seguía el mandato bíblico de sacrificio con sangre en el templo. Participar de tales prácticas en luz de lo que Cristo había hecho era en el menor de los daños una mala comprensión —y en mayor grado era un rechazo — a su obra expiatoria en la cruz.
Las fiestas hoy en dia: Una conclusión
Dada nuestra encuesta de la escritura, nuestra conclusión en cuanto al lugar de las fiestas en las vidas de los cristianos hoy en dia es previsible. Consideramos que estas fiestas habían sido dadas al pueblo de Israel como parte del pacto único con Dios. Como tal, su observancia estaba atada necesariamente a la historia, cultura, geografía y rituales de culto del pueblo de Israel. Ninguno fuera de este pacto único fue instruido, o aun permitido, a observar las fiestas.
Como miembros del nuevo pacto, vemos todo el antigüo pacto, incluyendo las fiestas, como un cumplimiento en la persona y obra de Cristo Jesús. Reconocemos solamente a Jesús como nuestra Pascua (1 Corintios 5:7), nuestro agente no leudado (1:30), el primer fruto de nuestra resurrección (15:20), el dador del Espíritu de Pentecostés (Hechos 2), el anunciado por la final trompeta (1 Tesalonicenses 4:16), nuestra expiación (Romanos 5:11), y el que ya estaba (y estará eternamente) habitará con nosotros (Juan 1:14; Apocalipsis 21:13). Como tal, podemos celebrar a Cristo en las fiestas, pero no — en verdad no podemos — observar las fiestas. Por lo menos cinco grandes implicaciones fluyen de esta realidad.
1. Debemos tener cuidado de cómo nos referimos a estas celebraciones. Las palabras observar y guardar están cargadas con significado bíblico y deberían reservarse para los mandamientos de Dios. Palabras como celebrar y recordar son más apropiadas para costumbres voluntarias como la conmemoración del cumplimiento de las festividades en Jesús. Aquellos que celebran los festivales en varias formas deben ser honestos en reconocer que al hacerlo no están observando ni guardando los mandamientos de Dios. Los mandamientos de Dios con respecto a estas fiestas no pueden guardarse en el contexto de un nuevo pacto. Desde la muerte de Cristo, ninguno guarda u observa las fiestas, pero algunos cristianos celebran y conmemoran las formas en las cuales Cristo los cumple.
2. Otra palabra que con frecuencia se asocia con los festivales anuales es santo, como se usa en los días festivos anuales (holy days en inglés). La palabra santo es muy importante en las Escrituras. Respecto al comportamiento, el cual indica una vida pura y una separación de la injusticia. En cuanto a objetos (incluyendo días), indica una separación de lo profano por el uso único por Dios y por sus hijos. Las cosas santas deben tratarse como algo santo. Aquellos que las traten en forma diferente son culpables de pecado. Dentro del contexto del antiguo pacto, los festivales anuales fueron apartados como “días santos.” Aquellos que no los trataban como tales eran culpables. Sin embargo, esos días no tenían tal connotación en el nuevo pacto. Esos días fueron apartados como santos en el antiguo pacto pero no en el nuevo. Así como los utensilios del templo y las ropas de los sacerdotes, los días fueron santificados pero ya no. Seguir refiriéndose a ellos como “santificados” es asignarles un valor que Dios ya no les da. También es una acusación implícita de todos aquellos que no los tratan como “santos.” Debido a la preocupación y el amor de nuestros hermanos, tal designación debería evitarse.
3. Algunos temen que aquellos que celebran a Cristo en las fiestas están regresando a la esclavitud de la ley. A la luz de las enseñanzas de Pablo a los Gálatas y en otras partes, ellos temen por la salvación de aquellos que le adjudican cualquier importancia especial a esos días. Para aquellos que tienen esas preocupaciones decimos que el asunto que Pablo dirige a los gálatas era el intento de justificarse por medio de las obras de la ley. Para aquellos que simplemente están buscando comunión y edificación, no justificación, al celebrar a Cristo en las fiestas, no deberíamos recurrir al mensaje de Pablo a los gálatas. En lugar de ello deberíamos buscar la sabiduría de Pablo en su carta a los romanos. Ahí, Pablo los anima a no juzgarse uno al otro en cuanto a su variación en cuanto a ciertos días y otras prácticas voluntarias (Romanos 14:1-23). Reunirse en cierto día y celebrar la forma en que Cristo cumplió con cierta parte del nuevo pacto no es un requisito para los cristianos, pero tampoco es dañino. Claro que, para muchos, podría ser beneficial. Por lo cual no debemos juzgar a nuestros hermanos en cuanto a este asunto pero debemos comprometernos a no causarles un tropiezo.
4. El consejo de Pablo en Romanos 14 es una espada de dos filos. Aquellos que le adjudican un significado especial a esos días no deberían juzgar a los que no lo hacen (vv. 5, 6, 10-12). Reconocer la conmemoración de esos días no es obligatorio para obtener salvación o santificación y debería advertirnos en contra de esperar a que otros les den la misma importancia que nosotros.
5. La celebración de Cristo como el cumplimiento de las fiestas nos brinda una gran oportunidad que es particularmente beneficial para la Iglesia de Dios (Séptimo Día). En una iglesia en la que la navidad, la pascua y la mayoría de las festividades “cristianas del año” no se observan, celebraciones anuales de las cuales sería muy difícil participar. Los festivales anuales proveen oportunidades con base bíblica durante el año para enfocarnos en ciertos aspectos pasados, presentes y futuros de la obra de Cristo. Reconocer la conexión entre Cristo y los festivales anuales nos pueden ayudar a reconocer la relación entre los pactos y lograr el uso máximo de todas las Escrituras. Al salvaguardar la práctica del legalismo y los malos entendidos, la celebración de Cristo en las fiestas puede servir como una maravillosa oportunidad para las personas, familias y congregaciones locales para reunirse en comunión y gozo.
Preguntas Hechas Con Más Frecuencia
Teniendo en cuenta que estas dos celebraciones están juntas en la lista de Levítico 23, ¿por qué observan el séptimo día pero no las fiestas anuales?
Muy cierto, el sábado semanal encabeza la lista de las observancias del calendario hebreo en Levítico 23. Junto con las fiestas anuales, ahí se le clasifica como “fiestas establecidas las cuales serán convocadas como fiestas solemnes” (v. 2). A este grado, el sábado y las fiestas anuales son similares. Pero en muchas formas importantes son diferentes.
El sábado semanal es anterior al antiguo pacto hecho con el pueblo de Israel, mientras que las fiestas no. La santificación del séptimo día como día de reposo sucedió durante la creación (Génesis 2:1-3), y el día de reposo fue descrito por Jesús como un regalo para la humanidad (Marcos 2:27). Antes que cualquier ley sabática fuera codificada, Dios dio a conocer su deseo para que las personas observaran el Día de Reposo al proveerles el maná en el sexto día (Éxodo 16:22-30). Contrariamente, las fiestas se originaron en momentos específicos en la historia de la redención del pueblo de Israel, comenzando con la pascua durante el éxodo. Cada fiesta fue dada en forma específica para conmemorar la relación de Dios con el pueblo de Israel y las únicas instrucciones para guardar las fiestas mencionadas en las Escrituras se refieren a esas personas y pacto específicamente.
La presencia del sábado semanal en los Diez Mandamientos indica du lugar en la eterna ley moral de Dios. La ausencia de las fiestas anuales de estas listas pone su perpetua naturaleza ética en tela de juicio.
Jesús enseñó con frecuencia sobre la forma apropiada de guardar el sábado, pero su única enseñanza en conexión con las fiestas indican su cumplimiento total de ellas. Por lo tanto, podemos observar del ejemplo y enseñanzas de Jesús como debemos guardar el sábado, pero su ejemplo y enseñanzas en cuanto a las fiestas no nos indica si es que debemos o como debemos observar las fiestas.
Aunque los apóstoles siguieron la costumbre de Jesús de asistir a la sinagoga el sábado semanal, no vemos tal costumbre de parte de los apóstoles de observar las fiestas. El Nuevo Testamento registra una situación en la que discípulos cristianos estaban en Filipo en lugar de estar en Jerusalén durante la Fiesta de los Panes sin levadura, también menciona otras dos ocasiones en las que Pablo solicitó estar en Jerusalén durante el tiempo de Pentecostés, pero las Escrituras no dicen que él haya observado esa fiesta. Por lo tanto, no declara explícitamente que alguno de los cristianos haya observado cualquiera de las fiestas, y también indica que no era su costumbre observarlas.
Observar el sábado semanal es compatible con la obra de Jesús. Observar las fiestas no lo es. El sábado semanal no incluye sacrificios. El llamado a descansar, recordar y reunirse puede tener respuesta en cualquier pacto. Sin embargo, dadas las implicaciones teológicas de la persona y obras de Jesús, la observancia de las fiestas según las regulaciones del antigüo pacto eran imposibles porque cada fiesta incluía sacrificios que ya se habían vuelto obsoletos a la luz de Cristo. Aquellos que insisten en la observación de las fiestas en el nuevo pacto deben enfrentar la realidad que no están observando las fiestas como Dios mandó que deberían ser observadas. Entonces, ¿sobre que base pueden decir que están obedeciendo a Dios y que aquellos que no celebran las fiestas no lo hacen tampoco?
Por estas razones continuamos observando el sábado pero no las fiestas anuales.
¿Nfueron instituidas las fiestas en el cuarto día de la creación?
La palabra hebrea mowed, que se traduce como “estaciones” en Génesis 1:14, es la misma palabra hebrea frecuentemente traducida como “tiempos señalados” en referencia a las fiestas anuales (Levítico 23:2). Sin embargo, esto no quiere decir que las fiestas tuvieron su origen en la creación.
La palabra mowed tiene una amplia gama de significado. Se usa por todo el antigüo Testamento para referirse a un momento, lugar o reunión señalada. Frecuentemente se refiere al momento, lugar o reunión señalado asociado con los festivales anuales, pero en otras ocasiones no hay conexión alguna. Por ejemplo, esta palabra es usada en Jeremías 8:7 en referencia a los pájaros porque conocen los momentos precisos para iniciar sus migraciones estacionales. Por lo cual, en cada uso de la palabra, debemos tomar en cuenta el contexto. Dado el contexto de Génesis 1:14, es muy probable que la palabra mowed aquí debería entenderse en un general como refiriéndose a las estaciones naturales del año.
Sin embargo, algunos eruditos creen que hay una conexión entre la palabra mowed en Génesis 1:14 y los festivales anuales. Si es que tal conexión existe, entonces debe ser cuidadosamente entendida. La Tora se escribió para el pueblo de Israel poco después de los eventos que relata que sucedieron. Es una colección de libros que sirvieron para guiarlos para el cumplimiento de sus obligaciones de pacto. Si el autor pretende establecer una conexión entre los festivales anuales y la creación de la luna, la cual hace que el calendario lunar sea posible, es una conexión genérica en la cual el autor quiere dejar impreso sobre la audiencia la previsión y providencia de Dios. En otras palabras, el autor diría, “Dios creó la luna, sabiendo que el día vendría cuando daría el calendario lunar por medio del cual usted contaría las citas sagradas con Él.” Esto es muy diferente que decir, “Dios creó la luna y al hacerlo instituyó los festivales anuales.”
Simplemente puesto, no hay ambigüedad acerca de la institución de los festivales anuales en las Escrituras. Éstas fueron dadas en tiempos específicos en la historia del pueblo Israelita, miles de años después de la creación del cosmos. Ésta realidad se subraya cuando consideramos el propósito de las variadas fiestas y el estado del orden creado antes de que el pecado y la muerte aparecieran.
Dos ejemplos en este sentido deberían ser suficientes para remarcar nuestro punto. Primero, ¿por qué Adán y Eva celebrarían el Día del Perdón en un mundo en donde no existía el pecado? Segundo, ¿qué significado podría tener la Pascua para Adán y Eva cuando no existía tal cosa como la tierra de Egipto o los primogénitos? Aquellos que dicen que estas fiestas, al Igual que el sábado, fueron instituidas durante la Creación deberían enfrentar la incredibilidad de esa declaración.
Algunos profetas del Antigüo Testamento describen la celebración de los festivales en visiones escatológicas. ¿La observancia de los festivales en los últimos tiempos no es indicación de que nosotros debemos observarlos ahora?
En la última visión registrada, el profeta Isaías ve al futuro de Jerusalén y en el capítulo 66:18-24 él ve una reunión futura de todas las naciones para venir y ver la gloria del Señor. Él ve un momento en el cual todo ser humano vendrá y se postrará delante del Señor de “luna nueva a luna nueva” y de “sábado a sábado” y los descendientes del pueblo del pacto de Dios vivirán para siempre.
Similarmente, en la visión final registrada, el profeta Zacarías ve al futuro de Jerusalén, y en el capítulo 14:9-20 también ve una reunión de todas las naciones bajo el dominio del Señor como el único Dios. Después de que Dios juzga a aquellos que están reunidos para hacer guerra en contra de Jerusalén, aquellos que quedan subirán cada año para adorar a Dios y para celebrar la Fiesta de los Tabernáculos. Si no hacen esto, entonces no recibirán lluvia.
Estos dos versos son ejemplo de una visión apocalíptica del Día del Señor, completamente cargada de simbolismos y extrañas imágenes. Los diferentes símbolos comunican la justicia y misericordia de Dios, la importancia de la fidelidad del pacto y la separación de lo santo de lo profano. La principal aplicación de estas visiones es para el pueblo del antiguo pacto que las recibieron. En forma apropiada ellas incorporan un llamado a ser fieles a las obligaciones del antiguo pacto, tales como el guardar las fiestas, las cuales requerían sacrificios levíticos, así como ambos versos de Isaías y Zacarías lo confirman.
Si miramos a una visión apocalíptica paralela a la luz de Cristo y en el contexto del nuevo pacto, vemos un cuadro sorprendentemente diferente. En Apocalipsis 20-22, también vemos una visión apocalíptica y escatológica. En esta visión vemos símbolos de la justicia y misericordia de Dios, la importancia de la fidelidad del pacto y la separación de lo santo de lo profano. Sin embargo, aunque las dos visiones tienen símbolos de uso común, también existen diferencias importantes.
Por ejemplo, los Cananeos son usados como símbolo de personas inmundas en Zacarías 14:21, mientras que en Apocalipsis 21:24 y 22:2 vemos que personas de todas las naciones son bienvenidas a la Nueva Jerusalén como parte de aquellos cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida del Cordero. Entonces, en Apocalipsis, el símbolo de inmundicia significa quedar excluido del Libro de la Vida, mientras que en Zacarías es la nacionalidad. En los profetas del Antiguo Testamento, la observancia de las fiestas es usada como símbolo de un pacto de fidelidad, pero en Apocalipsis no se usa. De hecho, en la visión de Apocalipsis la observancia de las fiestas con base lunar que se guardaban en el templo se convierten en algo imposible ya que el sol y la luna son reemplazadas por la luz de Jesús y el templo es reemplazado por la presencia sin necesidad de un mediador de Dios y del Cordero (Apocalipsis 21:22, 23). Estas diferencias tienen sentido si comprendemos que los símbolos tienen diferentes significados para las personas con diferentes obligaciones de pacto. La Nueva Jerusalén de Apocalipsis es muy diferente de la futura Jerusalén visualizada por el profeta Isaías o Zacarías en términos de los símbolos. Sin embargo, son muy similares en términos del significado comunicados por esos símbolos.
Entonces, los símbolos del antiguo pacto de las visiones de estos dos profetas, tales como el guardar las fiestas, no deberían imponerse sobre los nuevos creyentes del pacto indiscriminadamente. Más bien, deberíamos ver a sus visiones y preguntarnos, “¿Qué significa esta visión a la luz de la persona y obra de Jesús? ¿Qué nos dice la revelación más completa de los documentos del nuevo pacto acerca de lo que hay que esperar en el Día del Señor?” Cuando hacemos esto, parece más claro que la observancia de los festivales del antiguo pacto ya que no forman parte en el simbolismo del nuevo pacto en cuanto a la venida del Día del Señor y la restauración de todas las cosas. Como resultado, no hay razón, basados en las visiones, para pensar que debemos estar observando los festivales hoy en día.
¿A Caso no cumplió Jesús algunas de las fiestas en su totalidad, algunas parcialmente y otras se cumplirán en el futuro? Si es así, entonces no deberíamos observar por lo menos aquellas que no se han cumplido en su totalidad al estar esperando a que el plan de Dios sea completamente revelado?
Algunos creen que las fiestas representan marcadores a en la línea de tiempo de la historia de Dios y que solo ciertos marcadores pasaron durante el primer advenimiento de Cristo. Específicamente, reconocen la transformación radical que ha ocurrido en cuanto a las fiestas de Pascua, los Panes sin Levadura, Primicias, Pentecostés, Día del Perdón, pero anticipan el cumplimiento futuro de las fiestas de las Trompetas y Tabernáculos. Este futuro cumplimiento no ocurrirá hasta que Cristo vuelva, al sonido de la final trompeta y Dios ponga su tabernáculo con su pueblo para siempre.
Si bien reconocemos el poder y belleza del simbolismo aquí, también queremos advertir en contra de la idea que Cristo no ha cumplido completamente y para siempre el antiguo pacto, incluyendo los festivales anuales. El libro de Hebreos deja claro que en su muerte, Cristo marcó el final del antiguo pacto e Instituyó el nuevo (ver especialmente los capítulos 8 y 9). En su muerte, Cristo hizo todo el antiguo pacto, obsoleto (Hebreos 8:13). Por lo cual, cualquier cosa que pertenecía exclusivamente a ese pacto (incluyendo las fiestas anuales) se hizo obsoleto también.
¿NO hay ciertas personas y congregaciones que pertenecen a la Iglesia de Dios (Séptimo Día) que observan las fiestas?
Históricamente, la mayoría de las personas dentro de la Iglesia de Dios (Séptimo Día) no han observado las fiestas, y la observancia de los festivales nunca ha sido parte de las doctrinas de nuestra iglesia. Sin embargo, la Iglesia de Dios (Séptimo Día) extiende libertad a aquellos que deseen celebrar las fiestas dentro de ciertos parámetros. En la reunión del 2010 del North American Ministerial Council (Concilio Ministerial de Norte América), esos parámetros fueron definidos como se muestra a continuación.
Aquellos que celebran las fiestas:
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- Deberán inaugurar declarando que su práctica varía de la práctica tradicional de la práctica de la Iglesia de Dios (Séptimo Día)
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- No deberán considerar la práctica como algo obligatorio
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- No deberán insistir en la observancia siguiendo el modelo de Levítico 23
- No deberán considerar la observancia como una condición de salvación o para ser miembro de la iglesia
Estos parámetros reconocen la realidad de que ninguno “observa” las fiestas en el sentido bíblico, ya que la observancia de tales fiestas son imposibles en el nuevo pacto. Más bien, las personas pueden elegir celebrarlas —para la edificación personal y de grupo — para celebrar las formas en las que Jesús cumplió esas fiestas. Tales celebraciones pueden ser beneficiales, pero de ninguna manera son necesarias para obtener la salvación o para vivir una vida de santidad.