Descifrando El Código Da Vinci

¿Real o Ficción?

Es lo que se discute en Starbucks, en transportes colectivos, alrededor de los bebederos de agua en las oficinas, y, prácticamente dondequiera que la gente se reúna para platicar. Se trata del Código Da Vinci de Dan Brown, una no-vela con gran éxito de ventas que mezcla los misterios de la historia del arte con las pretensiones teológicas. El libro tiene todos los ingredientes de un buen misterio: conflicto de caracteres, argumento intri-gante, y constante suspenso.

De igual manera también contiene una fuerte dosis de controversia.

La aclaración de la novela en el comienzo, sostiene que todos su elementos históricos son precisos, cuando en realidad no lo son. Entre otras cosas, el libro menciona la pregunta . . .

La deidad de Cristo. De acuerdo a los “hechos” de Brown, se entendía que Jesús era sólo un ser mortal por los Cristianos, desde la era primitiva, hasta el Concilio de Nicea convocado en el año 325 D.C. Allí la iglesia Romana adoptó Su divinidad con un voto estrecho bajo fuertes condiciones políticas.

La Biblia. Da Vinci dice que este Libro fue escrito por hombres, no por Dios. Los cuatro Evangelios — Mateo, Marcos, Lucas, y Juan — fueron seleccionados para inclusión en nuestras Biblias varios cientos de años después de Cristo. Existían unos 80 escritos sobre la vida y enseñanzas de Jesús, muchos de ellos gozando de amplia popularidad que deberían haberse incluido en el canon de las Escrituras.

María Magdalena. Se piensa que la Biblia la presenta como una ramera, pero esto, también, es una de las mentiras históricas que Da Vinci expone. La novela de Brown presenta a María como la verdadera cabeza de la iglesia, la esposa de Jesús, y la madre de Su hijo. Ella es la esencia de la “mujer sagrada” cuyo valor se ha perdido en una iglesia dominada por los varones.

Ficción interesante, por seguro — pero muy lejos de la realidad.

El Código Da Vinci puede ser una lectura entrete-nida, ¡pero tenga cuidado! Para las multitudes que han leído el libro de Brown como si fuera un evangelio y creen que por fin han encontrado la verdad sobre los fundamentos del Cristianismo, es tiempo de separar la realidad de la ficción.

La divinidad de Jesús

La verdad sobre la divinidad de Jesús y su relación con Dios el Padre no fue inicialmente establecida en el Concilio de Nicea, tres siglos después de Su vida te-rrenal, muerte, y resurrección. En vez de eso, los cuatro Evangelios — todos escritos durante la primera generación después de Cristo — confirman el entendimiento primario de un Salvador humano y divino, quien es Jesús.

El apóstol Juan especialmente, escribiendo a más tardar en el año 90 D.C., confirmó la naturaleza divina eterna de Aquel que “fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). “Él era,” escribe Juan, “con Dios y Él era Dios” (v. 1). Entre muchas alusiones a la deidad de Cristo en el cuarto Evangelio, se encuentran las palabras de un incrédulo, Tomás, cuando se encontró con el Cristo resucitado: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28).

Si los interesados leyeran cuidadosa-mente el Nuevo Testamento, mirarían que los seguidores de Jesús le consider-a-ban mucho más que un profeta mortal. Además, el origen eterno de Cristo con Su Padre en el cielo (o sea, Su deidad), fue conocido y proclamado por la iglesia primitiva desde su inicio — y aún antes de ello:

  • Pedro había reconocido a Jesús como alguien mayor que Elías, lo identificó como “el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Este es el lenguaje usado exclusivamente para el único Hijo engendrado, quien totalmente conoce — y es conocido — por el Padre (Mateo 16:13-16; 11:27).
  • En cartas que fechan a mediados del primer siglo, el apóstol Pablo escribió de la preexistencia de Cristo como siendo en forma de Dios (Filipenses 2:5-8).
  • En el mismo pasaje, Pablo usó lo que ahora se reconoce como parte del credo Cristiano primitivo: “Jesucristo es el Señor” (Filipenses 2:9-11). Al usar esta terminología, la iglesia del primer siglo conscientemente adoptó un nombre del Antiguo Testamento de Deidad al referirse al Hijo de Dios.
  • Muchos otros pasajes en la literatura del Nuevo Testamento, todos producidos durante el primer siglo, se refieren, ya sea a Jesucristo como Dios, o le adscriben las prerrogativas de Dios: Él crea (Juan 1:3; Hebreos 1:3); Él recibe adoración (Lucas 24:50-53; Revelación 5:11-13); Él oye las oraciones (Hechos 7:59; Revelación 22:20b); Él perdona pecados (Marcos 2:5-7); etc.

Es un hecho del Nuevo Testamento que los Cristianos primitivos le aplicaron a Jesús varios pasajes del Antiguo Testamento que hablan de Yahvé, en el cual ellos claramente adoraban a Cristo, llamándolo Señor. Además de la Biblia, Plinius, al escribirle al Emperador Romano Trajano a principios del segundo siglo, describió a la iglesia como aquellos que “cantan un cántico a Cristo como a un Dios.

La Biblia

Aunque Dios usó instrumentos humanos para escribir, Él es el autor de la Biblia. Al respecto, la Palabra escrita (la Escritura) y la Palabra viva (Jesucristo) son semejantes: totalmente humanos y totalmente divinos.

Al hablar de nuestras alegrías, nuestros pesares, y nuestras perplejidades humanas como ningún otro libro lo podría hacer, la Biblia sostiene el sello de su origen divino. La gente que reconoce a su Autor, reconoce su inspiración (2ª Timoteo 3:16, 17). Sin la autoridad de la Escritura, quedaríamos expuestos el caos del agnosticismo y la incertidumbre. ¡Es la Biblia o la ceguera!

Mateo, Marcos, Lucas, y Juan estuvieron entre los Evangelios más tempranos que circularon después de la muerte, resurrección, y ascensión de Jesucristo. Es cierto que otros “Evangelios” estuvieron también presentes en algunas iglesias y regiones durante la era primitiva (no menos de doce manuscritos parciales se han encontrado), pero ninguno de ellos fue recibido, leído, y respetado tan ampliamente como estos cuatro. En vez de entablar alguna disputa, la inclusión de Mateo, Marcos, Lucas, y Juan en los cánones oficiales de la iglesia alrededor del año 400 D.C., simplemente confirmó lo qué ya había sido obvio para la mayo-ría de la iglesia por décadas o centurias.

Aunque el Emperador Romano Constantino, tratando de mantener la paz en su imperio convocó el famoso Concilio en Nicea en el año 325 D.C., no obstante no participó en las discusiones bíblicas ni manipuló el resultado. El interés de Constantino no era tanto la teología, sino la armonía. Los registros históricos muestran que la decisión del concilio surgió de los 318 obispos locales que asistieron, cuya mayoría provenía de las regiones orientales del imperio. Estos eran hombres que representaban iglesias que habían existido por muchos años. Algunas habían sufrido persecución antes que Constantino subiera al poder, y no tenían lealtad a una Iglesia Católica Romana que aún no existía. Era improbable que ellos abandonaran su patrimonio al emperador, Cristiano o no, por imponer ideas contrarias a su convicción — ¡y no hay un registro de que esa era indique que lo hicieron!

El Manual de Eerdman “la Historia del Cristianismo” informa:

Aunque los eclesiásticos en un sentido literal crearon el canon, sólo estaban reconociendo los libros que habían sellado su propia autoridad sobre las iglesias. El criterio para aceptar un libro como canónico muchas veces se volvió complejo. Sobre todo, tenía que estar escrito o aprobado por un apóstol, como también obtener un reconociblemente ortodoxo en su contenido, y haber sido públicamente usado por una iglesia prominente o la mayoría de ellas. Falsificaciones conocidas, tales como los Hechos de Pablo, fueron rechazadas; así como otros libros que contenían enseñanza herética (p. 106).

María Magdalena

La fantasía de que María Magdalena estaba casada con Jesús, que tuvo Su hijo, y que estaba destinada por Él para llevar adelante la iglesia Cristiana, no tiene ningún fundamento confiable — al menos dentro de la Biblia. A pesar de las confirmaciones de Brown respecto a la reputación de María Magdalena como ramera y que le ha privado de una reve-rencia merecida, los eruditos por mucho tiempo han reconocido que su identidad con “la mujer que había vivido una vida pecadora” (Lucas 7:37ff) es altamente especulativa. La Biblia sólo dice que ella estaba entre aquellas mujeres que Jesús rescató de la opresión y la enfermedad (Lucas 8:1-3) y quienes permanecieron como
di-scípulos a lo largo de la crisis de Su muerte y después de ella.

Mientras que la Biblia nos advierte a no adorar a nada o nadie excepto a Dios o Jesucristo, tampoco degrada al género femenino. Jesús fue respetuoso y compasivo hacia las mujeres y estimó su valor y dignidad ante Dios como igual al de los hombres.

¿Un Buen Libro?

Pero ¿por qué debe alguien creer  lo qué la Biblia dice sobre Jesús sobre lo que dice El Código de Da Vinci? Porque la Biblia es auténtica. Libros y autores van y vienen, pero la Biblia pasa las pruebas del tiempo, de verdad, y de sentido práctico.

Tiempo. Aunque enemigos y escépticos han tratado de destruirla y predecir su defunción, la Biblia permanece el libro más vendido en la historia.

Verdad y exactitud. Aunque fue escrita por más de 40 autores diferentes hace aproximadamente 1,500 años, estos Manuscritos sagrados son asombrosamente uniformes. Cada escritor bíblico, en alguna manera, habla del amor y la santidad del Dios quien es el único creador, redentor, y juez mediante Jesucristo. Estos escritores también hablan de los ideales comunes que deberíamos creer y seguir con respecto a la auto-revelación de Dios.

Admitimos que algunos pasajes de la Escritura desconciertan y desafían nuestra comprensión limitada. Esto no debería sorprendernos, puesto que el Libro es mucho más que una colección de expe-riencias y sabiduría humana pero es una revelación de la mente y plan del infinito Dios. Aquellos que se acercan a la Biblia de esta manera pronto aprende que sí comprendemos su enseñanza de confiar en Dios para lo que aún no comprendemos.

La mayoría de las dificultades supuestas de la Biblia pueden fácilmente resolverse mediante un estudio más profundo. Esas preguntas que permanecen se derrumban en la insignificancia a raíz de una luz mayor de la verdad del evangelio, que está abierto y accesible a cualquiera que cree.

Sentido Práctico. ¡La Biblia obra! Aquellos que se lanzan en fe y plena obediencia en los brazos de Dios mediante Jesucristo pronto descubren que Él es fiel a Su Palabra. Las vidas se cambian y los hogares son reestructurados por Dios, como está escrito. ¡Esto es poder. Trátelo por usted mismo!

Recursos

  • The Best of Josh McDowell: A Ready Defense, compiled by Bill Wilson, (pp. 21-122)
  • Fundamentalism and the Word of God, by J. I. Packer
  • The Case for a Perfectly Good Book, by David Egner
  • Divine Inspiration of the Bible, by W. E. Vine
  • How We Got the Bible, by Jerry Griffin (Bible Advocate Press)

Los textos han sido tomados de la Nueva Versión Internacional.

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