El Reino de Dios

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El reino de Dios (o reino de los cielos) se realiza en tres fases:

I. El Reino Presente – El reino espiritual de gracia existe ahora cuando los creyentes obedecen y permiten que Dios reine en sus vidas. Este reino fue anunciado y revelado por medio de los profetas y el ministerio de nuestro Señor Jesucristo. Nosotros venimos a formar parte de este reino cuando nos alejamos del pecado para servir a Dios por medio de la fe en Jesucristo.   

II. El Reino Milenial de Cristo – Jesús regresará a la tierra en poder y gloria para resucitar a los justos que murieron, otorgará inmortalidad y vida eterna a los justos que resuciten y los que esten vivos, vengará a los santos, y será gloroficado por medio de ellos. Su reinado terrenal de mil años será un reino universal en el cual todos los principados, poderes, y enemigos serán vencidos. Cuando concluya, los impíos serán resucitados para ser aniquilados durante el juicio ante el gran trono blanco.

III. El Reino Eterno de Dios – El reino eternal de Dios comenzará cuando Jesucristo, habiendo puesto a todos sus enemigos bajo sus pies, entregue el reino al Padre. Dios morará con los redimidos en un nuevo cielo y una nueva tierra en donde no habrá más tristeza, maldad, o muerte, y en donde por siempre reinará la justicia y la paz.

Introducción

La Biblia describe a Dios como alguien que cumple varias funciones al mismo tiempo. Lo vemos en las páginas sagradas como el Creador, Sustentador, Rey, Legislador y Juez del universo; como hacedor de pactos y Redentor de los elegidos; y como Padre celestial de los que se convierten en sus hijos por medio de la fe en Jesucristo.

En este estudio consideraremos a Dios como Rey, el Gobernante supremo de todas las cosas. Cualquier cosa que pase en el universo a través del tiempo, primero tiene que pasar por el Divino consejo. Nada escapa a su conocimiento y nada puede frustrar su plan. ¡Nuestro Dios reina!

Él es el Rey eternal (1 Timoteo 1:17), el bendito y único Potestado, el Rey de reyes (6:15). Es el Señor del cielo y de la tierra (Hechos 17:24) que reina sobre todo (1 Crónicas 29:11, 12). La eternidad es un atributo de Dios, y no debería sorprendernos leer que su reino es un reino eterno (Éxodo 15:18; Salmos 10:16; 29:10; 145:11-13; Jeremías 10:10).

Entre los hijos de los hombres debajo del sol, el Señor Dios omnipotente reina (Apocalipsis 19:6).

Esto indica una definición de trabajo para el reino de Dios: el reino en donde el verdadero Dios del cielo gobierna y reina.

Cualquier reino se compone de por lo menos tres elementos: 1) un rey que gobierne, 2) súbditos a quienes el rey gobierne, y 3) un dominio o territorio, para su reinado. En el caso del reino de Dios, Él es el rey. Sus súbditos incluye a todas las criaturas que se sujetan a Él, pero especialmente las personas a quienes creó y redimió por medio de la gracia.

Como dominio para el reino de Dios, quizá pensamos en primer lugar en el cielo, donde los subordinados de Dios son los ángeles y su voluntad se cumple a la perfección. La oración que Jesús enseñó extiende ese dominio: “Vénganos tu reino, hágase tu voluntad en la tierra, como en el cielo.” Por lo tanto, el reino del que tiene su trono en el cielo, se establece en calquier lugar en la tierra donde se obedece su voluntad. A través de este estudio, estaremos usando la frase reino de los cielos como sinónimo del reino de Dios en la tierra, de la misma forma que lo hacen las Escrituras. Estas dos frases se usan indistintamente en la Biblia, como lo demuestran los siguientes versos.

  • Compare Mateo 8:11 (“Les digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos”) con Lucas 13:28: “Allí será el lloro y el crujir de dientes, cuando vean a Abraham, Isaac y Jacob, y todos los profetas en el reino de Dios y ustedes estén excluidos.”
  • Compare Mateo 5:3 (“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”) con Lucas 6:20: “Viendo a sus discípulos, dijo, ‘Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ustedes es el reino de Dios.”
  • Compare Mateo 19:23 y 24: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto les digo que dificilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez les digo que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.’” En nuestra búsqueda de entendimiento del reino de Dios y del papel central que juega en las Escrituras, consideraremos el tema bajo los tres encabezados (fases) indicados al principio: El reino de Dios en el presente, el reino milenial que vendrá, y el reino eternal de Dios.

I. El Reino de Dios en el Presente

Como hemos visto, el reino de Dios es un reino eternal. Dios siempre ha sido el Rey de los cielos. Aquí en la tierra, su reino comenzó con la creación y en el Edén, en donde su voluntad se hizo hasta que Adán y Eva desobedecieron. A pesar de la caída del género humano en el pecado, la soberanía de Dios continuamente ha sido revelada en las vidas de hombres y mujeres fieles que Él ha redimido en cada generación: Enoc, Noé, Melquisedec, y otros.

Después del llamado a Abraham, a los patriarcas, y a Moisés, el reino de Dios se dio a conocer en la tierra principalmente por medio de la nación de Israel (Éxodo 19:5, 6; 1 Crónicas 28:5). Durante los primeros cientos de años después del nacimiento de la nación, Israel era una teocracia (ejem: un gobierno por derecho divino) en donde Dios reinó a través de Moisés, Josué, y hasta los jueces — como Samuel.

Hacia el final de los días de Samuel, el pueblo rechazó la teocracia e insistieron en que un rey terrenal reinara sobre ellos. Al recibir a Saúl como rey, se le dijo al pueblo que no habían rechazado a Samuel sino a Dios mismo como su Gobernador soberano (1 Samuel 8:1-8).

En este punto, el reino de Dios dio un giro, pero el plan de Dios nunca puede ser frustrado, y su reino no terminó. El segundo rey israelita, David, fue casi como un monarca divino que su predecesor Saúl. Dios prometió a David que establecería su trono para siempre (2 Samuel 7:12-16), y que nunca le faltaría un hijo que gobernara a su pueblo (Salmos 89:3, 4, 27-37; Jeremías 33:15-26).

En estas promesas está la seguridad de que el reino de Dios es una institución permanente entre los hombres. Aunque el linaje real de los lomos de David se interrumpió después de cuatrocientos años cuando Judá fue llevado cautivo a Babilonia (Ezequiel 21:25-27), todavía la promesa de Dios permaneció intacta, saltando más allá del exilio hasta Jesucristo, el Hijo del Altísimo y al hijo de David, quien se convirtió en heredero del trono del reino (Isaías 9:6, 7; Lucas 1:32, 33).

Cuando Jesucristo, el más grande hijo de David, vino enseñando y predicando, magnificó el tema del reino de Dios. “Arrepiéntanse,” exhortó a las multitudes que lo acompañaban a inicios de su ministerio, “porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17).

En forma similar, Marcos 1:14, 15 nos relata como nuestro Señor introdujo el mensaje de su reino: “Jesús fue a Galilea predicando el reino de Dios. Decía: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse y crean el evangelio!”

Note como aquí el mensaje del reino es llamado “el evangelio,” y el reino de los cielos se realiza en el género humano cuando las personas creen en Jesucristo y se arrepienten de sus pecados.

La médula del mensaje en los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) confirma que el el reino de Dios verdaderamente había llegado a los que escucharon, creyeron, y siguieron a Cristo. La prueba de su presencia real fue visible en la derrota que Jesús consistentemente infligió a los que se oponian.

El reino de satanás de pobreza, ceguera, cautividad, quebrantamiento, opresión y aun muerte, había sido invadida por la venida del Hijo del hombre.

Hombres y mujeres continuamente eran liberados por él para que siguieran al Señor en libertad de vida — cuerpo, alma y espíritu. En la persona y obra de Cristo, el reino de Dios había llegado y era victorioso: ¡Las promesas se estaban cumpliendo!

Entonces, la realidad del reino de Dios en la historia de la humanidad, se confirmó y resaltó al acercarse en la persona y ministerio del Señor Jesús. En los siguientes párrafos revisamos la evidencia de esta realidad citando textos que lo dicen en pocas palabras:

Jesús dijo: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a ustedes el reino de Dios” (Mateo 12:28). Les dijo a los jefes de los sumos sacerdotes y ancianos del judaísmo que a diario rechazaban su mensaje y ministerio, “Por tanto, les digo que el reino de Dios les será quitado a ustedes y le será dado a gente que produzca los frutos de él” (21:43). Por lo cual el reino de Dios no solo estaba presente en el tiempo de Jesús sino también estaba a punto de tener un cambio de ciudadanía.

En otra ocasión, los fariseos le preguntaron a Jesús cuando llegaría el reino, a lo que respondió, “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán, aquí está o allá, porque el reino de Dios está entre ustedes” (Lucas 17:20, 21).

Tomando este ejemplo de Lucas, con frecuencia nos referimos a la fase presente del reino de Dios como el reino espiritual, o, el reino de gracia. Hay tres componentes que son muy fáciles de identificar: Dios es el Rey, los discípulos de Cristo son sus súbditos, y su dominio en el cual existe es el corazón y las vidas de los redimidos que siguen a Jesús.

¡Nuestro Dios reina! El reino de Dios sobre el cual Jesús enfocó su mensaje ya está presente en un sentido real. El liderazgo de este reino fue tomado del sacerdocio de Israel y fue dado a los apóstoles de Jesús y a los siervos cristianos de Dios. Esta fase del reino de Dios aun existe en la iglesia cristiana, en donde millones de personas ofrecen su lealtad a Dios a través de Jesucristo.

Al afirmar la realidad del reino presente entre y dentro del pueblo de Cristo, reconocemos que en otro sentido, el reino de Dios está por venir. Esta verdad también la vemos en las enseñanzas de Cristo y sus apóstoles. Escúchelo en las palabras de Jesús a la multitud. (“Les digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino del los cielos,” Mateo 8:11) y a los discípulos en la Última Cena (“Porque les digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga,” Lucas 22:18).

Estas palabras de Jesús nos dicen que el reino final de Dios aun no ha llegado en su plenitud y forma final pero que se anticipó en cierto punto desconocido en el futuro. Entonces Jesucristo no estaba reinando físicamente y reinando sobre toda la tierra, y no lo hará hasta que regrese.

El recordatorio del Nuevo Testamento apoya el concepto que hemos visto en los evangelios: El reino de Dios ya está aquí en los corazones y vidas de los cristianos, pero aun no está aquí en su gloriosa y universal manifestación.

II. Reino milenial de Cristo

Es verdad que los cristianos disfrutan hoy en día del gobierno y reino de Dios en sus vidas, librándonos del régimen de satanás ahora y habilitándonos a experimentar muchas de sus bendiciones prometidas para los que lo amamos en el presente. También es verdad que no todos los beneficios prometidos se han hecho realidad para los cristianos y no será sino hasta la siguiente fase de su reino el cual será instituido hasta el regreso de Cristo. Esta fase futura es el reino milenial, el tiempo del reinado de paz de Cristo sobre la tierra.

Esta maravillosa era que viene será introducida por el regreso de Cristo y la resurrección de los muertos (1 Corintios 15:21-23; 2 Timoteo 4:1; Apocalipsis 19:11—20:6). En este gran día del Señor, los que pertenecen a Jesús, sea que estén vivos o muertos, serán cambiados de mortales a inmortales y serán arrebatados para recibir al Señor en el aire (1 Tesalonicenses 4:13-17) antes de descender con él cuando regrese para comenzar su reino milenial sobre la tierra (Zacarías 14:1; Hechos 1:10-12).

Para comprender el propósito y contenido del futuro sábado dorado para la tierra y sus habitantes, vamos a estudiar varios pasajes en ambos Testamentos. Aunque solo uno de ellos menciona mil años como la duración de esa era venidera, cada uno de ellos apunta hacia un tiempo de paz y justicia prometido a todos los hijos de Dios sobre la tierra nunca antes experimentado.

Varios de los salmos apoyan el milenarismo, teniendo la visión del bendito reinado de un rey Mesiánico sobre el pueblo de Dios y sobre todas las naciones. El salmo 2 y el 72 son el mejor ejemplo de esto. La promesa de un reino Mesiánico, glorioso y terrenal también resuena por medio de los profetas hebreos. Por ejemplo, cuatro versos conocidos en Isaías, representan un futuro ideal en la tierra para el pueblo de Dios antes de la consumación final.

Estos versos son 1) Isaías 2:2-4, en donde la promesa es que la Palabra del Señor saldrá de Jerusalén para enseñar a todas las naciones durante un tiempo de paz sin precedentes;
2) Isaías 9:6, 7, el cual presenta al prometido Hijo divino quien gobernará pacíficamente desde el trono de David; 3) Isaías 11:1-9, en donde una Rama de Isaí (David) juzgará y gobernará la tierra con una justicia tan extensa que aun los animales salvajes serán inofensivos; y 4) Isaías 65:17-25, el cual predice que Jerusalén se convertirá en una fuente de gozo sin precedentes en una nueva tierra en donde todas las personas celebrarán el fruto de su labor sin temores.

El mismo ideal futuro para el pueblo de Dios hace eco a través de otros profetas. Por ejemplo, vea Jeremías 23:5, 6; 33:14-18; Daniel 2:44; Miqueas 4:1-8; y Zacarías 14:3-9.

Esta serie de textos constituyen la columna vertebral para nuestro entendimiento de que el presente reino espiritual de Dios algún día será transformado en una benevolente dictadura cuando Cristo regrese del cielo a la tierra. Bajo su reinado, la justicia cubrirá finalmente toda la tierra como las aguas cubren la mar (Habacuc 2:14).

Las ideas milenarias de una edad de oro fluyen en, y, a través del Nuevo Testamento en versos como Mateo 25:31; Lucas 1:32, 33, 68-79; 1 Corintios 15:23-28; y Apocalipsis 19:11-16 — por mencionar solo algunos.

Jesús y sus apóstoles entendieron que habría un tiempo de restauración en la tierra después del regreso de Cristo. En Hechos 3:20, 21 el apóstol Pablo dice que Dios enviará a Jesús a la tierra, aunque ahorita está en el cielo “hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, las cuales Dios ha hablado por boca de todos sus santos profetas desde el inicio del mundo.”

¿Qué pensaba Pedro aquí sobre la gran restauración? En este verso no se dice nada específico, pero seguramente estaría pensando en la promesa que Dios dio por medio de sus profetas, la de un futuro brillante para el pueblo de Dios aquí en la tierra, de hacerlos parte de una experiencia de paz y libertad en la casa de la simiente de David — el Mesías.    

Por lo tanto, ¡muchas de esas antiguas profecías de Isaías y otros profetas tendrán su cumplimiento literal en el reino milenial a la venida de Cristo!

En Mateo 19:28 Jesús describe el tiempo de su venida de la siguiente manera: “De cierto les digo que en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, ustedes que me han seguido, también se sentarán sobre los doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Note los elementos de esta profecía que armoniza con otros versos mencionados anteriormente: Jesús viniendo para sentarse en su trono para juzgar a las personas, incluyendo a Israel. Este es el reino milenial.

La venida de Jesús marcará una nueva era del reino de los cielos que durará mil años. En este reino venidero, Cristo será Rey de reyes y Señor de señores.

A través de esta intervención divina, los mansos tomarán posesión de su heredad: la tierra. Esta era maravillosa que vendrá, Juan la vio en la visión que tuvo:

Y cantaban un cántico nuevo diciendo: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tu fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y nación; nos has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9, 10).

Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección. La segunda muerte no tiene poder sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años (20:6).

Estos versos describen muy bien el futuro reino milenial del Rey Jesús aquí en la tierra. Jesús reinará en forma visible sobre el trono de David sobre la restauración y renovación de la tierra cuando regrese. Aunque iniciará con la victoria y sujeción de los reinos carnales de la tierra, el reino de Dios comenzará con un tiempo de paz y gozo, una atmósfera en la cual los mansos estarán perfectamente en casa. ¿Cuánto durará? El único pasaje de la Biblia que especifica la duración del reino venidero de Cristo a la tierra es Apocalipsis 20:1-7, en donde un reinado de mil años se menciona seis veces (2-7). La naturaleza del reinado de mil años, según esta principal fuente, puede resumirse como la atadura de satanás (1-3), juicio (4), y el reinado de los justos como reyes y sacerdotes con Cristo sobre la tierra (4b-6).

Después del verso 6 en Apocalipsis 20, el escenario cambia al final del milenio y su cierre: satanás es soltado; las naciones se juntan en contra del reino de Cristo y son destruídas; después viene la última resurrección y el juicio del gran trono blanco con las recompensas finales a los justos y la destrucción de los impíos.

Aunque estos nueve versos (7-15) describen una gran culminación para el milenio, no contribuyen mucho a nuestra comprensión de los mil años en sí mismos.

Un texto adicional del Nuevo Testamento, 1 Corintios 15:23-28, va más allá que cualquier otro para completar el bosquejo milenario de Apocalipsis 20 y para confirmar que habrá un periodo de tiempo entre la segunda venida de Cristo y la consumación final del reino de Dios en la eternidad. Léalo cuidadosamente:

23 – Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; lugo los que son de Cristo en su venida.

24 – Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y todo poder.

25 – Preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.

26 – Y el postrer enemigo que será destruído es la muerte.

27 – Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exeptúa a aquel que sujetó a él todas las cosas.

28 – Pero, lugo que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.

Noten que . . .

  • El verso 23 menciona el regreso de Cristo, cuando los justos que murieron sean levantados.
  • El verso 24a dice, “Luego el fin.” Pero espere: Las palabras que le siguen dejan en claro que estas cuatro palabras no significan que el cumplimiento final del reino se produce de inmediato al regreso de Cristo. Al contrario, los versos 24b-27 explican que Jesús puede entregar el reino terrenal restaurado a su Padre solamente después de que haya derrotado a todas las autoridades opositoras. Muchos enemigos de la justicia y la paz deben ser derrotados primeramente.
  • El verso 26 dice que el último enemigo que Cristo destruirá es la muerte. Esto corresponde con los versos de Apocalipsis 20:12-15.
  • El verso 28 confirma que solo cuando todas las cosas (incluyendo la muerte) sean sejetadas al reinado de paz de Cristo, entonces será entregado el reino a su Padre para que Dios sea todo en todos. Es aquí donde será el final perfecto que durará para siempre.

Aunque la duración del mandato de Cristo no se menciona en 1 Corintios 15, la secuencia de eventos en este pasaje concuerda muy bien con el reinado de mil años mencionado en Apocalipsis 20.

Combinando los versos que predicen el reino milenial de paz de Cristo, concluimos que las personas redimidas serán transformadas a la inmortalidad al regreso de Cristo, para reinar y gobernar con él por mil años. Durante ese tiempo, Jesús gobernará a todas las naciones con barra de hierro, y muchos de los que no fueron redimidos evidentemente vivirán para que se les enseñe la verdad de Dios desde Sion durante ese tiempo. Ya que el único verso que especifica la duración de mil años del futuro reinado de Cristo sobre la tierra está en el libro de Apocalipsis (20:1-6), algunos han visto este periodo como un reino simbólico en lugar de un reino literal o como un periodo de tiempo. Esto ha dado lugar a varios puntos de vista milenarios, como el milenarismo, la creencia de que los mil años corresponden con el presente reinado espiritual de Cristo desde el cielo en los corazones de su pueblo. Una segunda visión variante, conocida como post-milenarismo, enseña que el regreso del Señor ocurrirá solo después de un largo período en esta era durante el cual el mensaje del evangelio resultará en una cristianización virtual de la tierra.

Por el contrario, la Iglesia de Dios (Séptimo Día) tiene una visión premilenial de Apocalipsis 20. Entendemos que el milenio es una edad literal que comienza cuando Cristo regresa a la tierra (Apocalipsis 19:11-21) y los justos muertos son resucitados (1Corintios 15:20-23; 1 Tesalonicenses 4:16).

Discusiones detalladas sobre el rapto, la ubicación del milenio y el destino final de los impíos

Un pasaje de la Biblia en particular enseña que los santos vivos y resucitados, serán “arrebatados” de la tierra al regreso de Jesús para encontrarse con el Señor cuando venga con todos sus santos ángeles. El texto es 1 Tesalonicenses 4:13-17.

Los lectores notarán que aquí no se dice nada acerca de una captura “secreta” de la iglesia, sino más bien un “grito ruidoso.” . . voz de un arcángel, y. . . trompeta de Dios “, cuando los justos muertos son resucitados y los justos se unen a ellos para recibir a su Señor que regresa en el aire.

Entonces, ¿de dónde se tomarán los santos en esa gloriosa ocasión? ¿Es esta reunión en el aire el comienzo de un viaje al cielo, o hay otro plan para el Señor y su iglesia?

Muchas teorías han sido anticipadas:

  1. Los justos van directamente al cielo con Jesús para reinar con él para siempre allí.
  2. Los justos van por unos pocos años a un lugar seguro al inicio de la Gran Tribulación, luego regresan con Cristo a la tierra.
  3. Habiéndose encontrado con Cristo en el aire, los justos proceden con él al cielo solo por mil años.
  4. Habiendo sido alcanzados para encontrarse con Cristo en el aire, los justos regresan con él al Monte de los Olivos para participar en someter a las naciones preparadas en la batalla contra Jerusalén.

De estas explicaciones, entendemos que la última es la correcta, en la medida en que combina las enseñanzas de Hechos 1:9-12; Zacarías 14:1-9; e Isaías 2:1-4, considerados anteriormente. Rechazamos la idea del rapto popular de que Jesús viene en secreto “por” la iglesia y la lleva al cielo antes de su venida pública “con” su iglesia.

Para tener una mayor evidencia de la esperanza que tenemos de que el reino eterno de Dios tendrá muchos elementos agradables y familiares de nuestra existencia terrenal, el lector puede consultar estos textos: Salmo 37:11, 22, 29, 34; Isaías 45:18; Mateo 5:5; 1 Corintios 15:35-54; y Apocalipsis 5:10. La canción alrededor del trono de Dios en el último verso mencionado confirma que esto sucederá aquí, no en el cielo.

Basados ​​en la eterna misericordia de Dios y en los muchos textos que hablan del destino final de los impíos como “perecer,” “muerte” y “destrucción,” rechazamos la visión común de que los impíos sufrirán los tormentos del infierno de fuego por toda la eternidad. Más bien, creemos que serán aniquilados y será como si nunca hubieran existido (Abdías 16b; Juan 3:16; Romanos 6:23; Ezequiel 18:4, 20; Malaquías 4:1-3; Mateo 10:28b).

III. El Reino Eternal de Dios

Con el cumplimiento de todo lo que se ha previsto en Apocalipsis 20 y sus textos correlativos, la era milenaria del reino de Dios se habrá completado. Todos los muertos habrán sido resucitados y los incrédulos juzgados ante el gran trono blanco. Los impíos habrán sido destruidos en el lago de fuego, junto con el Diablo y el infierno: la tumba. El pecado y la muerte se habrán destruido para siempre.

Con la culminación de estos eventos, los fieles redimidos serán llevados a la era final y eterna del reino, durante la cual el pueblo de Dios morará con Él — y Él con ellos — ¡en la Jerusalén celestial para siempre! Estos son los cielos nuevos y la tierra nueva en los que habita solo la justicia (2 Pedro 3:13), descrita en los dos últimos capítulos de la Biblia, Apocalipsis 21 y 22. Para pintar una imagen completa de lo que Dios tiene eternamente para aquellos que lo aman no es posible porque todavía no ha entrado en nuestros corazones y mentes (1 Corintios 2:9).

Sin embargo, el Espíritu ha provisto algunos puntos de vista sobre la eternidad a través de la Palabra (v. 10), así que volvemos a los capítulos finales de Apocalipsis para obtener nuestros destellos preliminares:

• La Ciudad Santa desciende del cielo como la residencia definitiva tanto para Dios como para el hombre, ahora en perfecta relación de pacto (Apocalipsis 21:1-7).

  • La ciudad, un cubo perfecto de más de mil millas en cada borde, se compone de los materiales más preciosos y bellos; ambos componentes hebreos y cristianos están incluidos en la construcción (vv.10-21).
  • Lo mejor del honor humano y los logros terrenales se incorporarán a la ciudad (vv. 24, 26), mientras que el sufrimiento y el dolor, el pecado y la muerte serán excluidos para siempre (vv. 4, 8, 27; 22:15).
  • La gloria de Dios, la luz del Cordero y el río de la vida proporcionan todo lo que se necesita para una curación y plenitud perfectas: un mundo sin final (21:22, 23; 22:1-5).

Otros textos que aparentemente se refieren a esta ciudad celestial son el Salmo 46:4; Isaías 25:8; 65:17; 66:22; Daniel 12:3; Mateo 13:43; Juan 14:2; Hebreos 11:10, 16; y 2 Pedro 3:13. En otros versículos se describe como “vida eterna,” “gloria eterna” o “la gloria que será revelada.” Para muchos cristianos, este gran tiempo y lugar de paz y perfección eternas se conoce simplemente como el cielo.

Esta palabra, usada sola, es más la designación de la Biblia para el reino actual de Dios que para el dominio que Él y su pueblo algún día habitarán juntos.

De la creencia generalizada sobre el cielo, uno podría suponer que ir allí sería un tema bíblico prominente. No lo es. Sorprendentemente para muchos, la Biblia dice poco acerca de que las personas se vayan al cielo de Dios, ya sea cuando mueren o en cualquier otro momento. Pocos versículos, si los hay, respaldan esta noción popular. El término reino de los cielos es una frase equivalente para el reino de Dios. Habla del personaje y del Gobernante del reino mucho más que su ubicación.
¿Dónde, entonces, estará la herencia eterna de los santos? El mensaje de la Biblia no se enfoca en la teoría de que vayamos allí sino en el hecho de que Dios vino aquí en la persona de su Hijo y que vendrá nuevamente para completar la redención de todas las cosas — de toda su creación — por toda la eternidad (Efesios 1: 10). Este es el nuevo cielo prometido y la nueva tierra. Esta es la Nueva Jerusalén que descenderá del cielo, de Dios (Apocalipsis 21:1, 10).

La creencia común y genérica sostiene que los cristianos, o por lo menos todas las personas buenas, mueren y van directamente al cielo. Sin embargo, el estudio cuidadoso de las Escrituras sugiere otra cosa: La gran eternidad que Dios tiene reservada para su pueblo, aquellos que ponen la confianza de su redención en Cristo, se describe mejor como el reino de Dios. No se ingresa en la muerte, sino en la resurrección de los muertos, cuando Jesús regrese. Su máxima expresión se experimentará al final del reinado milenario de Cristo en la tierra, cuando la Ciudad Santa de Apocalipsis 21 y 22 descienda del cielo. Entonces disfrutaremos verdaderamente de los nuevos cielos y la nueva tierra, ¡para siempre!

Conclusión

Mientras que el reino de Dios puede ser analizado en términos de su desarrollo progresivo a través de las edades (como lo hemos hecho en este estudio), es importante verlo también en términos de su unidad. De hecho, solo hay un reino, un Rey y un pueblo de Dios sobre los cuales Él reina para siempre.

Entramos en el reino de Dios cuando nos volvemos a Él con fe, arrepentimiento y obediencia a nuestro Señor Jesucristo hasta la muerte (o al regreso de Cristo). Continuaremos en su único reino cuando resucitemos de entre los muertos y seamos inmortalizados (o seremos transformados en inmortalidad en un momento a su regreso). Entonces gobernaremos y reinaremos con Él por mil años. Cuando la era del milenio termine, el único reino de Dios continuará en su estado eterno de perfecto gozo y paz con Dios y el Cordero en la ciudad celestial, la Nueva Jerusalén.

¡El Señor Dios omnipotente reina!

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