El Nuevo Nacimiento

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¿Qué se entiende por nuevo nacimiento y nacer de nuevo? Jesús usó estos términos para introducir un concepto radical cuando habló con Nicodemo en Juan 3:1-10, los versos definitivos sobre ese tema. Atraído por los milagros de Jesús, y curioso acerca de lo que enseñaba sobre el reino,  Nicodemo vino a averiguar sobre el Cristo:

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” (v 1-2).

Como fariseo, es muy probable que Nicodemo haya sido un celoso de los rituales y la purificación según la ley Mosaica. Siendo un principal entre los judíos probablemente un miembro del Sanedrín judío, el cuerpo religioso supremo de Israel lo convertía en alguien que pertenecía a un pequeño grupo muy selecto, una élite entre la élite. Por esto, deducimos entonces, que Nicodemo era un hombre dado a la piedad religiosa y que cumplía con todo lo que la ley requería de él. Debido a su posición, hace que su reunión con Jesús sea de gran significado.

Puesto que Jesús no era del agrado del establecimiento judío, la reunión de Nicodemo con él fue un movimiento muy atrevido; aprovechó que la obscuridad lo cubría para mantener su privacidad. Podemos hacer conjeturas de que ya iba preparado para preguntarle al Señor de sí mismo, su ministerio y especialmente acerca del tema central de sus enseñanzas: el reino de Dios. Si es así, esto explica la estrategia de Jesús al responderle como lo hizo.  Haciendo a un lado los comentarios amables de su visitante y dirigiéndose a lo que él sabía que estaba en la mente de Nicodemo, Jesús se dirigió directamente a la médula del asunto:

“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios” (v 3).

Entrada al Reino de Dios

En estas palabras encontramos la primera pista del concepto del nuevo nacimiento: es el medio por el cual uno puede “ver” (ser parte, participar) en el reino de Dios.

¿Y qué es ese reino en las enseñanzas de Cristo? Para empezar, para Jesús es el reino espiritual en las vidas  y corazones de los humanos en donde Dios es el rey  y donde su voluntad se hace en la tierra como en el cielo. (Mateo 6:10; Lucas 17:20, 21).

Jesús no solamente enseñó que hoy podemos entrar al reino espiritual de Dios por medio del nuevo nacimiento, sino también que un día los reinos de este mundo serán los reinos de nuestro Señor y de su  Cristo, sobre los que — literalmente— reinará por siempre (Apocalipsis 11:15). Pero hasta que ese día  llegue, el reino de Dios existe ahora, en un sentido espiritual, por medio de su dominio en las vidas de aquellos que han nacido de nuevo, convirtiéndose así en parte del reino de Dios — la familia en la fe aquí en la tierra.

Por lo tanto, el reino de Dios, es una realiadad presente, y Jesús enfatiza (“de cierto”) que para ver y entrar, uno debe experimentar el nuevo nacimiento. A Nicodemo, Jesús le dijo que nacer de nuevo es el único punto de entrada a la vida del reino de Dios, ahora y por toda la eternidad.

Fin del Esfuerzo Personal 

Basados en el perfil de “hombre santo” de Nicodemo, también extraemos de las declaraciones de Jesús que el nuevo nacimiento lo dirigió hacia algo completamente diferente, algo que lo apuntaba hacia algo mucho más que solo una buena posición moral y esfuerzo propio. Se ha dicho que la religión es el hombre tratando de alcanzar a Dios con esfuerzos humanos, mientras que el evangelio cristiano es Dios alcanzando al hombre.  Jesús invitó a este profundamente líder religioso a dejar de apoyarse en sus buenas obras, y a dejar de ver a la ley como el medio de justicia, y a entrar a la vida del reino por medio del renacimiento espiritual.

Este concepto escapó de Nicodemo. El término griego que Jesús uso para expresar nuevo nacimiento es gennethe anothen, que significa “nacido de lo alto” — una referencia a su elemento sobrenatural. Pero Nicodemo lo pensó solo en términos naturales, no entendiendo el punto que Jesús quería hacer. En una frecuencia diferente a la de Cristo, respondió:

“¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v. 4).

Por lo que Jesús repitió su primera crucial declaración, cambiando solo dos de sus tres palabras anteriores:

“De cierto de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (v. 5).

De Agua y del Espíritu

Aquí Jesús se expandió sobre el concepto nacer de nuevo, diciendo lo que significa nacer de agua y del Espíritu — dos palabras enriquecidas con matices bíblicos. En las Escrituras, agua seguido apunta hacia una limpieza espiritual en conección con lo que está escrito. El camino de un joven puede limpiarse cuando guarda la Palabra de Dios (Salmos 119:9). Y la iglesia se limpia cuando Cristo la lava con agua por medio de su Palabra (Efesios 5:26). Otros versos (Salmos 19:7; Santiago 1:18; 1 Pedro 1:23) también enlazan nuestro renacimiento espiritual con la Palabra escrita. La Palabra de Dios aplicada a los corazones de las personas por medio del Espíritu Santo cambia la vida. Además, recordamos la importancia del bautismo en agua como testimonio público de que nuestros pecados han sido quitados (perdonados) por medio de la sangre de Cristo. (Juan 1:33; 3:22; Hechos 2:38; Apocalipsis 1:5). Todo esto probablemente estaba en la mente de Jesús cuando habló del agua en conexión con el nuevo nacimiento.

¿Qué hay de la inclusion “y del Espíritu” con agua en el verso verso 5? En otros lugares en el evangelio de Juan (7:37-39) el agua está ligada con el Espíritu Santo. Ahí el Espíritu Santo se describe como agua de vida, incluso como la vida misma. Que en ese entonces, se hiciera mención del Espíritu en Juan 3:5, seguramente es una declaración de que el nuevo nacimiento sucede solo cuando el Espíritu Santo de Dios y Cristo moran en el corazón humano y el espíritu por fe en la Palabra de Dios.

Un pasaje escrito por Pablo resume la mayor parte de lo que hemos dicho hasta aquí. En Tito 3:4, 5, al nuevo nacimiento se le llamó regeneración; nuestros esfuerzos personales quedan excluídos.  El papel que juegan el agua y el Espíritu en la vida, el apóstol los captura de la siguiente manera:

Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho [esfuerzo personal], sino por su misericordia, por el lavamiento [agua] de la regeneración [nuevo nacimiento] y por la renovación en el Espíritu Santo.

Cuando creímos y recibimos la buena Palabra sobre la amorosa misericordia de Dios a través de la muerte y resurrección de nuestro Salvador, entonces hemos nacido de nuevo — regenerados de lo alto.   

Más Adelante Comprenderemos Mejor 

En Juan 3 Jesús nos ayuda a comprender mejor. “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije, ‘Os es necesario nacer de nuevo’” (v. 6, 7).

Aún si fuera posible entrar al vientre de la madre y nacer por segunda vez (como Nicodemo supuso), esa forma de nacer todavía sería “de la carne,” porque lo nacido de la carne, carne es. El renacimiento que Jesús requiere es espiritual — interno — y solo puede experimentarse con la llegada del Espíritu Santo a nuestros corazones, porque lo que es nacido del (Santo) Espíritu es espíritu (nuestro espíritu humano).

Para ilustrar esto, Jesús uso la naturaleza del viento. “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de donde viene ni a  donde va. Así es todo el que nace del Espíritu.” (v. 8).

Ni el viento ni el Espíritu Santo pueden verse o controlarse, pero podemos ver y sentir sus efectos para estar seguros. El nuevo nacimiento podría describirse en términos generales, pero sus dinámicas desafían la explicación humana. Es el trabajo del Espíritu Santo dentro de uno — el lado espiritual — de cada persona que lo recibe. Al igual que los efectos del viento, la evidencia e impacto del nuevo nacimiento será visible en las vidas de los que hayan nacido de nuevo.

Esta conversación entre Jesús y Nicodemo pudo haber durado horas. Y no terminó con un “ya entendí” de parte de Nicodemo. En lugar de eso, seguía desconcertado y preguntó, “¿cómo puede hacerse esto?” (v.9).

La respuesta de Jesús (“Tú, que eres maestro de Israel, no sabes estas cosas?” v.10) es un claro recordatorio de que comprender la verdad acerca del nuevo nacimiento  puede ser más dificil para los religiosos que para los que no lo son, principalmente porque el nuevo nacimiento es lo que Dios hace, y no algo más que ellos necesitan hacer. Esto pareciera ser el principal obstáculo para que Nicodemo comprendiera la verdad. Como “maestro de Israel” debió haberlo entendido rápidamente, al recordar las escrituras hebreas (ej: Deuteronomio 30:6; Jeremías 32:39, 40; Ezequiel 11:19; 36: 25-27) las cuales profetizaron del plan de Dios de cambiar las mentes y el espíritu de su pueblo al hacerles un transplante de corazón— ej: el nuevo nacimiento.

Desde la finalización de los escritos del Nuevo Testamento, tenemos aun más testigos de los que tuvo Nicodemo para aprender sobre el nuevo nacimiento—otros más allá de Juan 3:1-10 el cual vimos anteriormente.  Por ejemplo, leemos como Dios nos levantó de entre los que estaban espiritualmente muertos, nos dio nueva vida, y nos sentó con Cristo en lugares celestiales  (Efesios 2:1-7).  Y también leemos como Dios nos hizo nuevas personas, nuevas creaturas, y como nos dio el poder para vivir la nueva vida en Cristo y para servir en la novedad del Espíritu (Romanos 6:4, 11; 7:6; 8:10, 11; 12:2; 2 Corintios 5:17; Efesios 4:22-24). Aun más profundo, la primera epístola de Juan habla mucho sobre lo que significa nacer de nuevo para aquellos que lo viven (2:29; 3:9, 14; 4:7; 5:1-4, 18).  Primero Juan dice que aquellos que son nacidos de Dios no pecan.  Comparando estos versos con 1:8-10, concluimos que lo que Juan está diciendo es que han elegido no pecar, o practicar el pecado.   

Ahora vamos a ver que nos dice Pedro: Regeneración es un término formal para el nacimiento de lo alto por el cual nos convertimos en nuevas personas en Cristo (1 Pedro 2:2), y santificación es el crecimiento por el cual la regeneración continua (2 Pedro 3:18). (Nota: Algunos estudiantes de la Biblia han enseñado que el nuevo nacimiento no sucederá hasta el día de la resurrección cuando Cristo regrese, cuando los creyentes sean levantados con cuerpos nuevos e inmortales aptos para el reino eterno de Dios.

Es verdad que el futuro cambio para los cristianos será verdaderamente glorioso. Igualmente cierto es el hecho de que las Escrituras apuntan hacia la fe, conversión, y transformación espiritual aquí y ahora como cumplimiento del nuevo nacimiento que Jesús enseñó a Nicodemo.)

Resumen por medio de preguntas clave 

¿Quién necesita el nuevo nacimiento? Todos los humanos nacidos de la carne, pero que no han nacido de nuevo, son como muertos vivientes. Están muertos en sus pecados, y al final, tendrán que enfrentar la pena de muerte. Si van a conocer al Señor de la vida y entrar al reino de la nueva vida ahora y eternamente, deben nacer de nuevo —del Espíritu.   

¿Quién promete y provee el nuevo nacimiento? El testimonio consistente de las Escrituras es que el nuevo nacimiento es la obra de Dios el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo — no el trabajo de hombres, mujeres, niños o niñas.

¿Qué es el nuevo nacimiento?  Es ese evento o experiencia milagrosa donde las personas que han muerto al pecado aceptan la fe, se arrepienten, y por lo tanto empiezan una nueva vida convirtiéndose así en parte del reino eterno de Dios.  El qué del nuevo nacimiento es que la humanidad caida nuevamente se vuelve partícipe de la naturaleza divina (2 Pedro 1:3, 4).

¿Cómo puede uno nacer de nuevo? El nuevo nacimiento no se puede reducir a una fórmula, o comprarlo  (obtenerlo) a un precio. Esto  viene de lo alto por medio de la aplicación de la buena Palabra de Dios al corazón de la humanidad por medio del Espíritu.

La esencia de Juan 3:16, que Jesús le dijo a Nicodemo en su diálogo sobre el nuevo nacimiento, es que “todo aquel que cree” en el Hijo unigénito, a quien Dios amorosa y generosamente dio para morir por nuestros pecados, no se pierda sino que tenga vida eterna. Si tomas esta convicción permanentemente como la verdad primaria sobre la gracia de Dios, entonces ya entendiste: ¡Has nacido de nuevo, de lo alto!

De la misma forma en que no tuvimos que hacer nada en nuestro primer nacimiento (carnal), tampoco  tenemos en nuestro segundo nacimiento (espiritual). El Espíritu de Dios se movió sobre la faz de las profundidades para poner orden en medio del caos y sopló vida al polvo que era Adán, convirtiéndolo así en un alma viviente  (Génesis 1: 2, 2:7). En forma similar, el Espíritu de Dios se mueve en nuestros corazones y emerge una nueva creación de lo que era el viejo y pecaminoso hombre: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (2 Corintios 5:17).

Y anteriormente en el evangelio de Juan está escrito. Más a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. (1:12, 13). No se puede decir en otra forma más simple que esta: El Nuevo nacimiento es obra del Espíritu de Dios, y no hay ningún humano que pueda decirte cómo funciona exactamente.

¿Cómo sabemos que hemos nacido de nuevo? La epístola de 1 de Juan nos da tres respuestas: Si creemos que Jesús es el Cristo (5:1); si practicamos la justicia no el pecado (3:9, 10); y si amamos a otras personas, empezando con nuestros hermanos (v. 14, 15).

¿En dónde occurre el nuevo nacimiento? No occurre en el cuerpo sino en el espíritu humano — el corazón y vida de quien lo recibe (Ezequiel 36:25-27; Juan 3:6).

¿Cuándo sucede? Sucede al momento cuando se recibe la fe y al momento del arrepentimiento, cuando el Espíritu de Dios regenera a alguien que anteriormente estaba muerto en transgreciones y pecados, levantándolo con Jesucristo y sentándolo con el Señor en lugares celestiales (Efesios 2:1-7)  ¿Por qué Dios provee lo necesario para nuestro nuevo nacimiento?  La respuesta se destaca en Santiago 1:17, 18: Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación.  Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.  Santiago nos recuerda que todas las bendiciones que disfruamos vienen de Dios en quien no hay falsedad. Él nos trajo — nos dio un nuevo nacimiento — de su propia voluntad (no la nuestra), por la palabra de verdad, para que podamos ser para Él una especie de primicias — para que lleguemos a ser todo lo que Él quiso que fuéramos antes de que el pecado apareciera. Entonces, el por qué del nuevo nacimiento, es para que Dios no sea sobrepasado  y así el diablo no tendrá la última palabra.  El engaño que le hizo a Adán y Eva en el jardín ahora está anulado por la salvación que Dios dio al género humano al cual Adán pertenece, para aquellos que han nacido de nuevo a través de la maravillosa provisión de Dios: el nuevo nacimiento.

En esta forma Dios está creando un pueblo que le pertenezca, descrito como “una generación escogida, un real sacerdocio, una nación santa, su propio y especial pueblo [para] proclamar las grandezas de Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9) Y esto lo haremos por toda la eternidad, porque la vida del reino en la cual los nacidos de nuevo entrarán, nunca terminará.

Cree y recibe

Ya sea que usted lea esto como alguien que está buscando saber más, o como alguien que está familiarizado con asuntos religiosos, la conclusión es la misma. Todos estamos quebrantados por el pecado, pero nuestro Dios lleno de gracia provee para que alcancemos redención: “La paga del pecado es la muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23). El punto de entrada hacia la vida eterna es el nuevo nacimiento. No se trata de esforzarnos más o de vivir mejor; es el trabajo sobrenatural del Espíritu Santo, aplicando el poder salvífico de la Palabra de Dios en Cristo, trayendo a las personas de la muerte a la vida, salvando a los religiosos de la necesidad de confiar en sus buenas obras, y poniendo a Jesús en el centro de su esperanza y gozo.   

Esta preciosa provisión está disponible para usted.  Confíe en Jesús. Invítelo a su corazón y a su vida. Algo nuevo va a comenzar, y usted nunca será el mismo.    

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