El Bautismo Cristiano

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La ordenanza cristiana del bautismo está basada en las instrucciones explícitas de Jesús a Sus discípulos: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos” (Mateo 28:19). Y Su intención era que el bautismo fuera practicado hasta “el fin del mundo” (Mateo 28:20).

El bautismo bíblico de un creyente en Cristo Jesús es por inmersión en agua. Basado en lo que el Nuevo Testamento enseña, este acto simboliza la muerte, sepultura y resurrección de nuestro Señor. 

Primero, el creyente muere al pecado:  

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? . . . Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado (Romanos 6:3, 6).

Segundo, el creyente es sepultado y resucitado con Cristo, “con él fuísteis sepultados en el bautismo, y

en él fuísteis también resucitados por la fe en el poder de Dios que lo levantó de los muertos” (Colosenses 2:12).

El bautismo es una parte importante de la respuesta del creyente al regalo de la salvación de Dios a través de Jesucristo. Por medio de la fe, el arrepentimiento, y el bautismo, el creyente entra a una relación personal con Cristo. Uno puede expresar fe en Jesús como el Hijo de Dios, y puede estar arrepentido de sus pecados y confesar su naturaleza pecaminosa. Sin embargo, su relación con Cristo está incompleta sin el bautismo en el nombre de Jesús.  

Varias preguntas vienen a la mente: ¿Es necesario bautizarse? ¿Debería haber preparación espiritual para el bautismo? ¿El bautismo quita nuestros pecados? ¿Es importante el método usado? ¿Por aspersión, (vertimiento de agua) o por inmersión? ¿Pueden bautizarse los pequeñitos? ¿Debería una persona ser “re-bautizada”? Este estudio tratará con estas preguntas.

La Necesidad del Bautismo

Aunque Jesús nunca había pecado en ninguna forma (Hebreos 4:15; I Pedro 2:21, 22), vino a Juan el Bautista para que lo bautizara. El bautismo de Jesús no fue para remisión de pecados. 

Entonces, ¿por qué nuestro Señor se bautizaría? Fue un ejemplo de obediencia en humildad, como Mateo lo menciona y Cristo lo confirma:

Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” Pero Jesús le respondió: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia”. Entonces lo dejó. (Mateo 3:13-15).

Si Él, el Hijo de Dios que era sin pecado, se humilló a Sí mismo, permitiendo que un hombre imperfecto lo bautizara, entonces tampoco nosotros deberíamos dudar en humillarnos también y bautizarnos. 

Después de Su resurrección, Jesús dijo a Sus discípulos:

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:19, 20).

Cualquier duda que pudiéramos tener acerca de la importancia del bautismo debería ser evaluada por nuestro deseo de agradar al Señor. Él claramente espera que el bautismo sea parte de nuestro credo y de hacernos hijos de Dios. Si deseamos agradar a Dios, no vamos a estar interesados en la pregunta hipotética “¿puedo ser salvo sin bautizarme?” Porque Jesús dijo, “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). 

Preparación Espiritual para el Bautismo

¿Qué preparación espiritual, si es que hay alguna, deberíamos tener antes del bautismo? Después que Pedro predicó su conmovedor sermón en el Día de Pentecostés, su audiencia preguntó:

“Varones hermanos, ¿qué haremos?”

Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:37b, 38).

Note la respuesta tan obediente: 

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas (v. 40, 41).

Hechos 8:26-39 nos narra el encuentro de Felipe con el eunuco etíope que había estado adorando en Jerusalén e iba de regreso a casa. Y mientras viajaba, el hombre estaba leyendo el libro del profeta Isaías. Felipe le habló de Jesús, iniciando con la misma escritura que el eunuco había estado leyendo. La historia continúa así:

Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó (Hechos 8:36-38).

Felipe estaba preocupado de que el etíope necesitara una creencia firme en Cristo antes de bautizarse. 

Pedro enseñó que uno debería arrepentirse de sus pecados antes de bautizarse:

“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2:38). 

Arrepentirse y creer son parte de la preparación espiritual necesaria antes del bautizo. Recuerden lo que Felipe le dijo al eunuco: “Si crees de todo corazón, bien puedes”.

El bautismo muestra a otros la decisión que hemos tomado de ser cristianos, demuestra la forma en como nos sentimos en relación al pecado, y nuestro deseo de obedecer a Cristo. Cuando creemos en Jesús, nos arrepentimos de nuestros pecados, nos convertimos y dedicamos nuestras vidas a Cristo, y es entonces cuando estamos listos para el bautismo.

Después que Jesús confrontó al apóstol Pablo en el camino a Damasco y se convirtió, obedeció la admonición de Ananías: “Levántate bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre [Cristo]” (Hechos 22:16). 

En las Escrituras podemos aprender que es la gracia de Dios en Cristo la que nos limpia delante de Dios, no el agua literal. El bautismo simboliza lo que Jesús hizo al derramar Su propia sangre: “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1:5). Ya que los pecadores arrepentidos creen en la muerte de Jesús en la cruz, Dios los declara justos (ver Romanos 5:1, 9).

Estos pasajes nos ayudan a entender que una persona está lista para bautizarse solamente después de haberse arrepentido de sus pecados y de haber dejado atrás su manera pecaminosa de vivir. También nos enseñan que la sangre de Jesús nos limpia del pecado y que el bautismo simboliza ese lavamiento. El removimiento de los pecados depende en la muerte de Cristo, porque Él “nos limpió de nuestros pecados con Su propia sangre”.

Dios hizo posible que fuéramos limpios y perdonados del pecado porque amó tanto al mundo que dio a Jesús, Su Hijo unigénito, como sacrificio por el pecado:

En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia (Efesios 1:7). 

Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7).

El Método del Bautismo

Las Escrituras comparan el bautismo con la sepultura:

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección (Romanos 6:3-5).

Escribiendo a los cristianos en Colosas, Pablo se refirió a ellos como “Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Colosenses 2:12).

Estos versos describen como se entierra el viejo cuerpo del pecado en el bautismo, con la persona levantándose de esa sepultura a una vida nueva. 

Una sepultura apropiada requiere que el cuerpo sea cubierto completamente. De la misma forma, el único bautismo que la Biblia describe es el de la inmersión (sumergir completamente) del candidato en agua. 

Note como esta forma corresponde con el bautismo de Cristo y el del etíope eunuco. Cuando Cristo se bautizó, “salió del agua”. Juan 3:23 declara el por qué Juan bautizó en cierto lugar: 

Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.

El eunuco y Felipe “bajaron a las aguas”: 

Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe (Hechos 8:38, 39).

En estos casos, los dos bajaron al agua, el que bautizó y el pecador arrepentido. Los candidatos fueron bautizados en agua; no los rociaron o les vertieron el agua. La inmersión es el único ejemplo bíblico de bautismo que nos fue dado. Los eruditos están de acuerdo en que la palabra inmersión es el equivalente en  inglés a la palabra griega baptizo de la cual se origina la palabra bautizo.

Algunos creen que los ejemplos bíblicos de bautismos ofrecen evidencia de que deberían realizarse en aguas corredizas. Y creen que la Biblia enseña que el bautizo debería ser llevado a cabo en un lago, río, o arroyo. Pero no hay versos que sugieran esto. Tenemos el ejemplo de Juan bautizando a Jesús en un río, pero no hay textos que requieran que sigamos esta parte del ejemplo.

Ya que el bautismo es una “sepultura,” y la palabra bautizar significa “inmersión,” el agua debe ser lo suficientemente profunda para poder hacer la inmersión. No hay nada que indique que el agua debe ser corrediza o que el agua de un tanque o de un bautisterio no sea apropiado. 

La fuente de donde se obtiene el agua parece no ser un asunto que deba preocuparnos.

Bautizo de Niños

Según los siguientes versos, es evidente, que es necesaria una preparación espiritual anterior al bautismo: 

Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados (Hechos 2:38b).

“Sino que anuncié . . . [Pablo] que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (26:20b).

El candidato no solamente debe sentirse muy mal por sus pecados para pedirle a Dios que lo perdone, sino que también con toda sinceridad debe dejar de pecar. A esto se le llama arrepentimiento.

El arrepentimiento está ilustrado en la parábola de Jesús acerca del fariseo y el publicano cuando estaban orando en el templo. El publicano se humilló ante el Señor, diciendo, “Dios, sé propicio a mí, pecador”. Jesús dijo que este hombre arrepentido se fue a su casa justificado (Lucas 18:9-14).

La Biblia nos enseña que la preparación espiritual, incluyendo el arrepentimiento, debe preceder al bautismo. Los pequeñitos no se pueden arrepentir del pecado, y tampoco se dan cuenta de que tienen una naturaleza pecaminosa.

Jesús bendijo a los niños cuando se los llevaron, pero no hay ningún relato de niños siendo bautizados. Jesús instruyó a Sus discípulos, “Dejad a los niños venir a mí, y no se los impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:14), pero no los bautizó. Por lo cual, bautizar a pequeños es no es apropiado y no tiene fundamento bíblico.

Re-bautismo

Cuando los cristianos llegan a un entendimiento total de una doctrina importante o aceptan congregarse en una denominación diferente, a menudo se enfrentan con la pregunta si deberían bautizarse nuevamente.

Hechos 19 nos ofrece el único ejemplo de re-bautismo encontrado en el Nuevo Testamento. Mientras el apóstol Pablo estaba viajando, se encontró con ciertos discípulos en Éfeso, y les preguntó sobre su espiritualidad:

“¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: “Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”. Entonces dijo: “¿En qué, pues, fuisteis bautizados?” Ellos dijeron: “En el bautismo de Juan”. Dijo Pablo: “Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo”. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús (Hechos 19:2-5).

El bautismo cristiano requiere fe en Jesucristo y arrepentimiento lo cual resulta en una conversión. Si usted ha sido bautizado por inmersión en el nombre del Señor Jesús por otro cristiano, entonces usted no necesita ser bautizado de nuevo. Considere esta exhortación de Hebreos 6:1, 2.

Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.

El crecimiento espiritual, una mayor comprensión y una mejor obediencia pueden durar toda la vida, pero los cristianos no necesitan ser bautizados de nuevo con cada paso hacia adelante.

Tampoco es necesario rebautizarse debido a errores o fallas de la persona que lo bautizó — ya sea en su vida personal o su doctrina. La validez del bautismo depende totalmente de la gracia del Señor y del arrepentimiento sincero y credo del candidato, no en la santidad personal del que bautiza o en las palabras particulares que se dicen en dicha ocasión.1  

El objeto y naturaleza del bautismo excluye la idea de la repetición. Su referencia simbólica de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo requiere una experiencia única. Cuando nuestra confesión de fe en Cristo y el arrepentimiento de los pecados es sincero y nuestro bautismo es realizado en el nombre de Cristo, nuestra nueva vida comienza (Romanos 6:4). “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección” (Hebreos 6:1).

Conclusión

Nuestro Señor fue bautizado; Él comisionó a Sus seguidores para ir al mundo, predicar el evangelio y bautizar a los creyentes. En obediencia a esta comisión, los discípulos llamaron a las personas al arrepentimiento y a bautizarse.

Cuando nos bautizamos, expresamos nuestra creencia en la muerte de Cristo como la propiciación por nuestros pecados y testificamos a nuestro propio renacimiento espiritual.

Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección (Romanos 6:4, 5).

¿Cree usted sinceramente en Jesucristo como su Señor y Salvador? ¿Siente pesar por sus pecados? ¿Ha pedido perdón a Dios? ¿Está listo para enterrar el pasado y comenzar una nueva vida en Jesús? 

¿Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre (Hechos 22:16).


  1. No hay una diferencia esencial entre ser bautizado “en el nombre de Jesucristo” según Hechos 2:38, y bautizar “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” según Mateo 28:19. El asunto vital en el bautismo no son las palabras que se dicen en el momento, sino la fe y confianza que reside en la mente y corazón del nuevo creyente.

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de Santa Biblia, Reina-Valera 1960™ RVR 1960 es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia.

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