Dios y la Divinidad de Cristo

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Dios revelado, adorado

La deidad soberana del universo es Dios Todopoderoso, quien debe ser adorado en espíritu y en verdad. Él es eterno, infinito, santo, Espíritu existente por sí mismo que creó, sostiene, gobierna, redime y juzga a su creación. Él es uno en naturaleza, esencia y ser. Dios se revela en las Escrituras como Padre e Hijo.

La Biblia da testimonio de la existencia de Dios desde el primer verso en adelante, declarando: “Dios, en el principio . . .” (Génesis 1:1). El Dios del universo se ha dado a conocer a la humanidad a través de la creación, a través de su cuidado providencial de todas las cosas, a través de su Palabra escrita (la Biblia) y a través de la Palabra viva — su Hijo Jesucristo.

El poder creador de Dios puede ser visto en los cielos, la tierra y en todas sus obras maravillosas (Salmo 19:1; Romanos 1:19, 20). La gloria soberana de Dios puede ser vista por medio de la ley y la promesa de salvación en los profetas. Su multiforme sabiduría es vista en su Palabra escrita, inspirada por su Espíritu (2 Timoteo 3:15, 16). Su carácter justo, revelado en todo lo anterior, se ve más claramente en la persona y obra del Señor Jesucristo, su Hijo.

Jesucristo es la Palabra que era Dios desde el principio y que se hizo carne. En Jesús habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Él es la mejor revelación de Dios, por quien tenemos el perdón de pecados y la vida eterna (Mateo 11:27; Juan 1:1-14; 14:9; Filipenses 2:5-11; Colosenses 1:15, 19; 2:9; Hebreos 1:1-3).

La Deidad así revelada como Padre e Hijo es el único Dios verdadero, el único que es digno de ser adorado. La adoración expresa reverencia través de la exaltación, alabanza y vidas rendidas a Él (Salmos 95:6, 7). Nuestro Maestro nos instruyó acerca de la importancia y la forma de la verdadera adoración, diciendo que nosotros debemos “adorar en espíritu y en verdad” (Juan 4:23, 24). Por el contrario, aquellos que adoran a Dios sólo con la boca pero no con el corazón, o de acuerdo con doctrinas y mandamientos de hombres, lo hacen en vano (Mateo 15:6-9)

Atributos de Dios

Dios puede ser conocido por atributos que son intrínsecos a su persona. Entre otros Él es . . .

Todopoderoso, soberano: El término todopoderoso u omnipotente significa tener poder absoluto sobre todas las cosas. “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir” (Apocalipsis 4:8; véase también Apocalipsis 16:7 y Génesis 17:1). La soberanía de Dios significa que su autoridad está por encima de todo lo demás; nadie es superior o igual a Él. El Señor es Dios y fuera de Él no hay otro. Él es el Rey supremo (Deuteronomio 4:35; 10:17; Salmo 24:1, 10; 1 Timoteo 6:15, 16).

Eterno: Dios no tiene principio ni fin. Él es ilimitado en tiempo y no puede morir. “Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén” (1 Timoteo 1:17; véase también Deuteronomio 33:27; Salmo 41:13; 90:2b).

Auto-existente: En contraste al estado dependiente de los humanos y de todas las cosas creadas, Dios es independiente de todo lo demás; Él no necesita nada. Él siempre se mantendrá como un Ser inalterado y absoluto. Esto está implícito en la revelación de su nombre a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY. . . Así dirás a los Israelitas: ‘YO SOY me ha enviado a ustedes’” (Éxodo 3:14).

Omnipresente, espíritu invisible: “Dios es espíritu . . .” (Juan 4:24). En su naturaleza esencial, Dios no tiene ninguna de las limitaciones del espacio y la materia. Su presencia puede ser experimentada en cualquier lugar y en todas partes (Salmos 139:7-10; Jeremías 23:24). Ante los ojos humanos, Él es invisible. “A Dios nadie lo ha visto nunca . . .” (Juan 1:18; 1 Timoteo 1:17).

Santo: La santidad de Dios se refiere a su ser separado y distinto de todo lo que no es Dios y de todas las cosas comunes. Esto se expresa en toda la Escritura en muchas maneras, sobre todo en la referencia que se repite “Santo, santo, santo,” que es descriptivo de Dios solamente (Apocalipsis 4:8; véase también Levítico 19:2; Isaías 6:3; y Lucas 1:49).

Bueno: Dios es moralmente perfecto. Es verdadero, justo y recto en todos sus caminos y palabras. Dios no solamente es bueno, sino que Él mismo es la definición de la bondad y el estándar de la moralidad. Ésta característica central se encuentra comúnmente en las alabanzas dirigidas a la justicia y fidelidad de Dios (Salmo 40:10; 119:138; 143:1; Isaías 11:5; Apocalipsis 19:11).

Todo sabiduría: La sabiduría y conocimiento de Dios sobrepasan nuestra comprensión (Romanos 11:33, 34). En conexión con la creación, su reino es infinito e íntimo (Salmo 147:5; 139; 1 Timoteo 1:17; Mateo 6:8). Y en cuanto al tiempo, su conocimiento es inmediato y exhaustivo (Isaías 46:10; Romanos 8:29). Por lo tanto, Dios es toda sabiduría en cada decisión y acción (Judas 25).

Todo amoroso: “Dios es amor” (1 Juan 4:8). La gran misericordia y gracia de Dios se celebra en todo el Antiguo Testamento (Éxodo 34:6; Salmo 116:5; Juan 4:2), pero su más grande muestra de amor fue demostrada más dramáticamente cuando ofreció a su único Hijo como sacrificio por el pecado (Juan 3:16; Romanos 5:8; Efesios 1:4, 7; 1 Juan 2:1)

“Nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19)

Un Dios, revelado como Padre e Hijo

De principio a fin, la Biblia conoce un solo Dios. El hebreo shema lo dice mejor:

“Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Deuteronomio 6:4, véase también Deuteronomio 4:35; 32:39; 2 Samuel 7:22; 1 Crónicas 17:20; Salmo 86:10; Isaías 43:10; 44:6; 45:5, 14, 18; Marcos 12:29; 1 Corintios 8:4; Efesios 4:6; 1 Timoteo 2:5).

Mientras que el cristianismo es una fe monoteísta y nuestro Dios es numéricamente uno, la mejor evidencia bíblica nos dirige a que Él es uniplural en su persona divina. Uniplural sugiere que Dios es uno en esencia, pero más que uno en expresión. Su unipluralidad se reveló plenamente en la personalidad divina-humana de Jesucristo, pero se dio a entender en todo el Antiguo Testamento de varias maneras. Por ejemplo:

  • El uso ocasional de Dios, de pronombres en plural para referirse a sí mismo (Génesis 1:26; 11:5-9; Isaías 6:8)
  • Las referencias a un Hijo divino (Salmo 2:7-12; Isaías 9:6, 7; Daniel 3:25)
  • La personificación de la “Palabra de Dios” (Salmo 33:6; 107:20)
  • Las palabras hebreas elohim (traducida como “Dios” o “dioses”) y adonai (traducida como “Señor” o “señores”) hacen referencia a la pluralidad de la naturaleza de Dios, así como a la pluralidad de su poder y majestad.
  • La palabra hebrea ejad (traducida como “uno” en el shema de Deuteronomio 6:4) puede referirse a un todo compuesto, integrado, permitiendo así la naturaleza uniplural de Dios.

Dios el Padre

Dios el Padre, de quien proceden todas las cosas, a quien nadie ha visto ni puede ver, reina en los cielos y trasciende nuestro conocimiento por completo. Él se revela como nuestro amoroso Padre celestial por medio de su Hijo, el Señor Jesucristo. Al final, Dios el Padre restaurará la armonía perfecta a toda la creación a través de Cristo y reinará eternamente sobre los redimidos.

Aunque Dios era considerado como Padre por Israel (Isaías 63:16; Jeremías 3:4; Malaquías 1:6) y que se sugiere un “Hijo” divino en algunos textos del Antiguo Testamento (ej. Salmo 2:7), las referencias del Antiguo Testamento no distinguen explícitamente a Dios como Padre e Hijo. Es mayormente en el Nuevo Testamento que hemos llegado a conocer a Dios como nuestro Padre personal.

Es por medio de Jesús, el Hijo, que Dios es revelado a todo el mundo como un Padre amoroso en el cielo. De las enseñanzas de Cristo y sus apóstoles, aprendemos que Dios el Padre es la fuente de todas las cosas; “para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y para el cual vivimos . . .” (1 Corintios 8:6; Efesios 4:4, 6).

Este Dios, que es un ser espiritual eterno, invisible y omnipresente, reina en los cielos y supera lejanamente nuestra capacidad de conocerlo y comprenderlo plenamente (Mateo 6:6; 11:25-27; Marcos 11:25; Lucas 10:21, 22; 11:2; Romanos 11:33, 34; 1 Corintios 2:16).

Jesús reveló al amoroso Padre celestial de muchas maneras. Él enseñó a sus discípulos a orar, “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre . . .” (Mateo 6:9; Lucas 11:2).

Siguiendo el ejemplo de Jesús, podemos acercarnos al Padre Todopoderoso, en términos familiares, sin faltar el respeto: “Yendo un poco más allá, se postró en tierra y empezó a orar. . . ‘Abba, Padre’. . .” (Marcos 14:35, 36a). Abba es un término arameo de cariño, equivalente a nuestra palabra en español papi. Tenemos la libertad de llamar a nuestro Padre celestial con este familiar término; “Ustedes recibieron el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: ‘Abba, Padre’” (Romanos 8:15; Gálatas 4:6).

Además, Jesús reveló la intención de Dios el Padre de restaurar la armonía en toda su creación a través del Hijo. Dios tuvo a bien proveerse a sí mismo para la reconciliación del mundo caído, a través de Cristo (Romanos 5:10; 2 Corintios 5:18, 19; Efesios 1:10; Colosenses 1:19, 20).

Por último, el Padre ha entregado todo juicio al Hijo (Juan 5:22, 27; 1 Corintios 15:20-28; Apocalipsis 20:11-15). Cuando Jesús haya juzgado al mundo y depuesto todo lo que se opone a Dios, Él habrá restaurado completamente la justicia y la paz. Entonces el Padre reinará con los justos por toda la eternidad (1 Corintios 15:28; 2 Pedro 3:10-13; Apocalipsis 21:1-4).

Jesús, el Hijo

Jesucristo es el Hijo unigénito de Dios. Como engendrado, no creado, Él comparte la naturaleza, nombres y atributos de Dios con el Padre. Como Hijo, no como Padre, Jesús está subordinado a su Padre en rango. Desde la eternidad, el Hijo estaba con el Padre, compartiendo la gloria del Padre como el Verbo pre-encarnado y con Él creó y sostiene todas las cosas. Jesús el Cristo (Mesías) nació de la virgen María por el poder del Espíritu Santo, uniendo así dos naturalezas — humana y divina. Jesús vivió sin pecado, murió como un sacrificio expiatorio por el pecado, fue sepultado por tres días y tres noches, resucitó corporalmente y ascendió a su Padre para servir como mediador y sumo sacerdote. Él reina como Señor en el cielo y regresará a la tierra como juez y rey. Ahora le agrada al Padre que el Hijo sea preeminente en todas las cosas y recibe nuestra adoración.

Jesucristo es el fundamento y la cabeza de la verdadera Iglesia cristiana y de todos los cristianos individualmente. Las profecías del Antiguo Testamento hablaron de su venida como Mesías, Salvador y Rey. Estas se cumplieron en su nacimiento, vida, muerte, resurrección y ascensión; serán consumadas en su regreso.

El único y unigénito de Dios

La introducción de Jesús como el Hijo divino de Dios ocurrió antes de que naciera, cuando el ángel Gabriel le dijo a su madre: “No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor, le dijo el ángel. ‘Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo’” (Lucas 1:30-32).

El evangelio de Juan utiliza cinco veces el término griego monogenes, traducido como “unigénito,” (o “el único” en otras versiones), exclusivamente para describir a Jesús como Hijo de Dios (Juan 1:14, 18; 3:16, 18; véase también 1 Juan 4:9). El término “unigénito” se refiere a la relación del Hijo con el Padre y es significativo de dos maneras:

  1. Se refiere a la relación exclusiva e íntima compartida por el Hijo divino y su Padre: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18).
  2. Como Hijo “unigénito,” Jesús se pone en contraste con otros que se convirtieron en “hijos” de Dios por la fe en su nombre, convirtiéndose así en hijos adoptivos de Dios (Juan 1:12, 13; Gálatas 3:26; Romanos 8:15).

El Hijo divino de Dios fue engendrado por Él, no creado. Todas las cosas creadas vinieron a la existencia por Dios a través de Jesucristo (Juan 1:3; Colosenses 1:16).

Comparte los nombres y la naturaleza de Dios

La naturaleza única e identidad de Jesucristo son mejor vistas en la Escritura por el hecho de que varios nombres divinos son utilizados en referencia tanto al Padre como al Hijo. Por ejemplo, el antiguo nombre hebreo de Dios del Antiguo Testamento, Jehová o Yahvé (Señor), es posteriormente empleado en el Nuevo Testamento para la persona del Hijo de Dios.

En Mateo 3:3; Marcos 1:2, 3; y Lucas 3:4-6, se cita una profecía de Isaías 40:3: “Preparen en el desierto un camino para el Señor (Jehová); enderecen en la estepa un sendero para nuestro Dios.” En Isaías, el Señor es Dios. ¡En los evangelios, es Jesús!

En Génesis 1:1 y 2:4, Dios el Señor (Jehová) es el Creador. Pero en Juan 1:1; Colosenses 1:16; y Hebreos 1:2 Jesús es el Creador de todas las cosas. En Hebreos 1:10, el Padre alaba al Hijo por la creación de los cielos y la tierra, refiriéndose al Hijo como Señor (Jehová). En el tema de la creación, Cristo está asociado con el nombre Señor (Jehová) en la manera más cercana posible.

Joel 2:32 dice: “Y todo el que invoque el nombre del Señor (Jehová) escapará con vida.” Pablo citó esto en Romanos 10:13: “todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.” En Joel, Jehová salva, pero en Romanos Jesús salva. Así, Jesús comparte el nombre Jehová con el Padre.

Compare también Isaías 45:22, 23 con Filipenses 2:11, donde está la lealtad exclusiva de todas las cosas para el Señor (Jehová), de acuerdo con Isaías, pero ahora es entregada al Señor Jesucristo, según Pablo — ¡todo para la gloria de Dios!

Así vemos a los escritores y creyentes del Nuevo Testamento refiriéndose a Jesús como Señor con la misma reverencia y la preeminencia que dieron al Señor (Jehová) del Antiguo Testamento.

Entre otros ejemplos llamando a Cristo y su Padre con los mismos nombres o títulos están los siguientes:

  • Primero, 1 Timoteo 6:14-16 utiliza las expresiones “Rey de reyes y Señor de Señores” en un contexto que describe a Dios el Padre. La misma frase se utiliza como una descripción para el regreso de Cristo en Apocalipsis 19:16.
  • Hebreos 1:8, citando el Salmo 45:6, 7, muestra que Dios Padre puede dirigirse a su Hijo directamente como Dios: Pero con respecto al Hijo dice, “Tu trono, oh Dios, permanece por los siglos de los siglos . . .”
  • En Apocalipsis 1:8, 11, y 17, el Cristo glorificado tiene nombres para Él mismo (Alfa y Omega, Principio y Fin, Primero y Último) que han sido reservados para Jehová (véase Isaías 41:4; 44:6; 48:12).
  • Tomás se dirigió a Jesús como “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28).

El texto anterior nos introduce a una ilustración más gráfica del hecho de que los autores inspirados de la Biblia y los discípulos de Jesús podrían hablar fácilmente de Él en términos más altos, incluso llamándolo Dios. Diez de estos ejemplos adicionales se encuentran en: Isaías 9:6; Mateo 1:23; Juan 1:1; 5:18; 20:28; Romanos 9:5; Colosenses 2:2, 9; 1 Timoteo 3:16; Tito 2:13; Hebreos 1:8; 1 Juan 5:20.

Jesús no sólo comparte los nombres de Dios, sino también su naturaleza:

“Quien (Jesús), siendo por naturaleza Dios . . .” (Filipenses 2:6).

“Él es la imagen del Dios invisible . . . Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud . . . Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo” (Colosenses 1:15-19; 2:9).

“El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es” (Hebreos 1:3).

Jesús comparte las prerrogativas de Dios

Entre las evidencias más convincentes que la Escritura ofrece de la divinidad de Cristo y la igualdad de esencia con el Padre es ésta: Lo que sólo Dios puede hacer, ¡Jesús también lo hizo! Tenga en cuenta estos ejemplos:

• Sólo Dios es el Creador; Jesucristo creó: “Por medio de él [el divino Verbo encarnado] todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir” (Juan 1:3; véase también 1 Corintios 8:6; Efesios 3:9; Colosenses 1:16; Hebreos 1:2).

• Sólo Dios salva y perdona pecados; Jesús hace lo mismo: “le dijo: . . . Hijo, tus pecados quedan perdonados. Estaban sentados allí algunos maestros de la ley, que pensaban: . . . ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? . . . Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados . . .” (Marcos 2:5-7; véase también Lucas 2:10, 11; Hechos 4:12).

  • Sólo Dios es sin pecado; Jesucristo nunca pecó: “Porque no tenemos un [sumo sacerdote] incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado” (Hebreos 4:15; véase también 7:26, 27; 2 Corintios 5:21).
  • Sólo Dios recibe adoración justamente (Mateo 4:10) y oraciones; Jesús recibió ambas: “vieron al niño [Jesús] con María, su madre; y postrándose lo adoraron” (Mateo 2:11; 8:2; 14:33; 28:9, 16, 17; Juan 9:38; Apocalipsis 5:13). “Mientras lo apedreaban, Esteban oraba. ‘Señor Jesús’ decía, recibe mi espíritu” (Hechos 7:59, véase también Mateo 9:18; 15:25; Lucas 24:52).
  • Sólo Dios ve los secretos de los hombres; así lo hizo también Jesús: “[Él] no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano” (Juan 2:25; véase también Mateo 9:4; Marcos 12:15; Juan 6:15, 64).
  • Dios controla los elementos; también Jesús lo hizo: “Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente” (Colosenses 1:16, 17; véase también Hebreos 1:3; Mateo 4:23; Marcos 1:27; 4:39, 41).
  • Dios tiene vida en sí mismo; también Cristo: “Entonces Jesús le dijo, ‘Yo soy la resurrección y la vida’” (Juan 11:25). “Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes a él le place” (Juan 5:21, 28, 29).
  • Dios envía el Espíritu, también Cristo: “Cuando venga el Consolador, que yo les enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre. . .” (Juan 15:26; 16:7b).
  • Dios es Rey y Juez, y también Cristo lo es (Juan 5:22, 27).

Los puntos precedentes nos llevan a la firme conclusión de que Jesucristo el Hijo de Dios, era en su preexistencia y en su esencia eterna, Dios. No un segundo Dios, él compartía la singular deidad del Padre. Y Jesús fue presentado como tal en el anuncio inminente de su nacimiento: “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emanuel — que significa: Dios con nosotros” (Mateo 1:23). El significado absoluto de este pasaje resalta cuando lo leemos con el contexto de la profecía de Isaías que se cumple. Isaías 9:6, 7 se refiere a un Hijo prometido, el Hijo que reinará y será llamado “Consejero admirable, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Se extenderá su soberanía y su paz, y no tendrán fin. . . .”

¿Y qué dice Cristo mismo acerca de su relación con Dios, su Padre? Jesús hizo por lo menos tres declaraciones que fueron entendidas por su audiencia judía como reclamaciones a la Deidad:

  • “Mi Padre aun hoy está trabajando, y yo también trabajo. Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para matarlo . . . que incluso llamaba a Dios su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a Dios” (Juan 5:17, 18). Jesús no negó la comprensión de ellos acerca de su declaración, a pesar de que amenazaban con hacerle daño a causa de ella.
  • “Ciertamente les aseguro que, antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!” (Juan 8:58). Debido a esto, los judíos indignados intentaron apedrearle por blasfemia (v. 59), asociando su “Yo soy” con la auto-revelación de Dios a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY” (Éxodo 3:14). Esta misma reacción violenta al uso de “Yo soy” de Jesús se ve en Marcos 14:61-63, lo que confirma que estas dos palabras eran un reclamo a la Deidad auto-existente.
  • “El Padre y yo somos uno” (Juan 10:30). Note una vez más la reacción judía a esta afirmación: tomaron piedras para apedrearlo por blasfemia, interpretando su declaración como una afirmación de ser Dios (v. 31-33). El pronombre neutro griego hen, traducido como “uno” va más allá del significado que algunos le atribuyen de limitarse a ser “uno en propósito” con Dios. Al usar la palabra hen, Jesús afirma su igualdad con Dios en carácter y naturaleza, preservando al mismo tiempo su individualidad personal. 

Subordinado al Padre en rango

La frase “Hijo unigénito del Padre” revela dos verdades complementarias acerca de Jesucristo: 1) Su naturaleza esencial, inherente, y 2) Su posición dentro de la Deidad.

En lo que respecta a la naturaleza, la frase indica la plena deidad de Cristo. A través del engendramiento, el Hijo consiste de la misma naturaleza, sustancia o “carácter” del Padre.

El término engendrado revela la divinidad del Hijo, porque aquel de quien fue engendrado es divino. Puesto que el Hijo es de la misma sustancia divina que el Padre, Él es un miembro equitativo de la Divinidad y comparte con el Padre la naturaleza, atributos y el título de “Dios.”

En cuanto a la posición, la frase “Hijo unigénito del Padre” también indica su relación como Padre e Hijo. El término engendrado indica que el Hijo está bajo la autoridad del Padre. El Hijo es engendrado, mientras que sólo el Padre es ingénito. Debido a que el Hijo actúa sólo de acuerdo con el Padre y no de sí mismo, Él está subordinado al Padre en rango divino (Juan 5:19, 20).

Sin embargo, la subordinación del Hijo no lo convierte en un distinto o segundo Dios. Por naturaleza, el Hijo sigue siendo igual al Padre, compartiendo con Él la sustancia divina de la Deidad. Aunque el Padre y el Hijo se diferencian en función y posición, la igualdad de la naturaleza del Padre y del Hijo preserva la unidad de la Divinidad.

Porque es necesario que Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. . . Al decir que “todo” ha quedado sometido a su dominio, es claro que no se incluye a Dios mismo, quien todo lo sometió a Cristo. Y cuando todo le sea sometido, entonces el Hijo mismo se someterá a aquel que le sometió todo, para que Dios sea todo en todos (1 Corintios 15:25-28).

Las experiencias registradas de Jesucristo aquí en la tierra muestran que Él no sólo era divino, sino también verdaderamente humano. El hecho de su humanidad plena, explica gran parte de la subordinación y la limitación que se describen de Él, que a su vez era también totalmente divino.

Como hombre:

  • Nació de una mujer y experimentó las etapas de desarrollo de la infancia.
  • Trabajó como carpintero, se fatigó así como también tuvo hambre y sed.
  • Tenía un conocimiento limitado sobre el futuro (Marcos 13:32).
  • Experimentó las tentaciones humanas comunes y las emociones de enojo, miedo, etc.
  • Sufrió, sangró y murió como un hombre.

Animamos a nuestros lectores a invertir en un estudio adicional en estos textos clásicos sobre la divinidad y la humanidad del Hijo:

  • Juan 1:1-14 – Él era la Palabra — Dios— y con Dios en el cielo. Él se hizo carne y habitó entre nosotros en la tierra. Esta es la declaración más profunda de la divinidad y la encarnación en la Biblia.
  • Filipenses 2:5-11 – No se aferró a la igualdad con Dios. Antes de su encarnación, Jesús existió “siendo por naturaleza Dios” (v. 6), una condición que no cambió con su encarnación. Así, mientras que “siendo por naturaleza Dios,” Él tomó sobre sí mismo, “la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos” (v. 7), como una condición temporal. Así, en su encarnación, Jesús el Mesías, unió la naturaleza de Dios con la naturaleza del hombre.
  • Colosenses 1:15; 19; 2:9 – “Él es la imagen del Dios invisible . . . Porque a Dios le agradó que en él habitara toda su plenitud . . . Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo.”
  • Hebreos 1:1-14 – Él es el resplandor de la gloria de Dios y la representación exacta de su ser (vv. 3), mucho mejor que los ángeles (v. 4):
  • Los ángeles son creados; El Hijo es engendrado (v. 5).
  • Los ángeles son adoradores; El Hijo recibe adoración (v. 6).
  • Los ángeles son creados y formados; El Hijo es el Creador (vv. 7, 10-12).
  • Los ángeles son enviados por Dios; El Hijo es Dios, con Dios (vv. 8, 9, 14).
  • Los ángeles adoran alrededor del trono; el Hijo está en el trono (vv. 6-8, 13).

Así como Hebreos 1 subraya la divinidad del Hijo, también Hebreos 2 hace hincapié en su humanidad (véase especialmente vv. 9-18).

Pre-existencia y encarnación

El Hijo estaba con el Padre desde la eternidad y compartía la gloria del Padre como el Verbo pre-encarnado. “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios . . . Él estaba con Dios en el principio . . . Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:1-3, 14; véase también 17:5). Así, el pre-encarnado Hijo en el cielo vino a ser el Señor Jesucristo aquí en la tierra (Mateo 1:18, 20-22 y Lucas 1:26; 31-34; 2:4-7).

Pablo describió el grande e incomprensible sacrificio hecho por Jesús en convertirse humano en 2 Corintios 8:9, “Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos.”

Vida, muerte, sepultura, resurrección, ascensión

Jesús vivió sin pecado (2 Corintios 5:21; Hebreos 4:15; 1 Pedro 2:22; 1 Juan 3:5). La vida terrena de Cristo representa la sumisión completa y la obediencia a la voluntad del Padre (Hebreos 10:7). Su obediencia fue vista en la realización de su misión de traer salvación, sanidad, liberación y esperanza. Él logró esto a través de la predicación, la enseñanza, la sanidad, derrotando al enemigo y demostrando el amor benevolente de Dios por los pecadores. Esta obediencia perfecta cumplió completamente las demandas justas de la ley de Dios y calificó a Jesús para entregar su vida como un sacrificio eficaz, no por sus propios pecados sino por los pecados del mundo

Jesús murió como un sacrificio expiatorio por los pecados y fue sepultado. La cruz de Jesucristo es central en los registros de los cuatro evangelios del Nuevo Testamento y los escritos de los apóstoles que siguen. Los evangelios se centran en los hechos históricos de su muerte y sepultura, mientras que las epístolas hacen hincapié en la aplicación espiritual: “Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado . . .” (1 Corintios 15:3, 4a; Filipenses 2:8; Efesios 1:7; 1 Pedro 1:18, 19; 1 Juan 2:2).

Jesús fue levantado corporalmente de entre los muertos. La resurrección y ascensión de Cristo llevan los registros de su muerte y sepultura a su señalada y triunfal culminación. “Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. . .” Los ángeles dijeron a las ansiosas mujeres que hicieron múltiples visitas a la tumba, “No tengan miedo; sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron” (Mateo 28:1, 5, 6; Marcos 16:1-6; Lucas 24:1-9; Juan 20:1-8).

La victoria de Cristo sobre la muerte y la tumba fue el corazón del mensaje de la iglesia primitiva (Hechos 1:3, 4; 2:32; 3:15; 4:10; 10:40; 13:30; 17:31). Uno de los capítulos más grandes del apóstol Pablo, 1 Corintios 15, insiste en la verdad esencial de la resurrección corporal de Jesús y saca a la luz su preciosa esperanza y la promesa.

Después de levantarse de los muertos, Jesús ascendió al cielo, desde donde intercede como nuestro Sumo Sacerdote y reina como Señor (Hechos 1:9-11; 7:55; Romanos 8:34; Hebreos 4:14-16; 7:25; 1 Pedro 3:22).

Jesús volverá a sentarse como Juez y reinará como Rey. “Cuando el Hijo del hombre (Jesús) venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros, como separa el pastor las ovejas de las cabras” (Mateo 25:31, 32; Juan 5:22; Hechos 10:42; Apocalipsis 1:5; 17:14; 19:16).

Al Padre le agradó que el Hijo fuera preeminente en todas las cosas. “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación . . . Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero” (Colosenses 1:15-18; Filipenses 2:8-11).

¡Jesucristo, el Hijo de Dios, es Señor de todo y digno de nuestra adoración! “‘¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos!’ Los cuatro seres vivientes exclamaron, ‘¡Amén!’, y los ancianos se postraron y adoraron” (Apocalipsis 5:13, 14; véase también Mateo 28:9-17; Lucas 24:52; Hebreos 1:6).

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