Las profecías bíblicas ofrecen evidencias convincentes que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.
Las profecías del Antiguo Testamento que hablan del nacimiento, vida y ministerio de Jesús son mencionadas por los escritores del Nuevo Testamento con el fin de identificarlo como el Mesías.
Desde el momento en que el género humano sufrió la separación de Dios a consecuencia del pecado, se ha dedicado a la búsqueda de un libertador — un Mesías. Los ancianos esperaban su venida. Hombres de Dios, bajo la dirección del Espíritu Santo, revelaron muchas cosas respecto a él. Estas predicciones en el Antiguo Testamento más tarde dieron evidencia de su identidad cuando se apareció; haciendo posible que mujeres y hombres de su misma generación lo reconocieran.
Esas mismas profecías confirman nuestro propio reconocimiento y aceptación de Jesús como el Mesías. Además tenemos la ventaja de tener toda la información necesaria y disponible acerca de él.
El propósito de éste folleto es el de revisar algunas de las profecías más prominentes que afirman y verifican a nuestro Señor Jesús como el “Cristo [Mesías], el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:16).
Las Profecías sobre Jesús de Principio a Fin en la Biblia
El capítulo final del evangelio de Lucas contiene una declaración informativa acerca de Jesús y las profecías concernientes a Él. Cuando Jesús se les apareció a sus discípulos después de su resurrección, no podían creer lo que veían. Estaban inmóviles, y aterrados, por eso Él les mostró sus manos y sus pies, comió en presencia de ellos, y les dijo, “Cuando todavía estaba yo con ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lucas 24:44). En ese tiempo, la ley, los profetas y los salmos eran considerados la Palabra absoluta de Dios. Por eso, por las palabras de Jesús mismo, entendemos que las predicciones acerca de Él mismo se pueden encontrar por todo el Antiguo Testamento.
La profecía bíblica referente al Mesías propició que hombres y mujeres piadosos esperaran su venida al momento en que Jesús inició su ministerio. Por el contexto de Lucas 2:25 y 36 vemos que Simeón y Ana esperaban que el Mesías apareciera en su tiempo. Juan 1:45 da una impresión muy fuerte de que el pueblo Judío ya anticipaba dicha aparición. A Juan el bautista le preguntaron si él era el Mesías prometido (Juan 1:19-26).
La profecía es una parte muy importante en los relatos de Jesús encontrados en los evangelios. Los cuatro escritores de los evangelios entrelazan las profecías acerca del Mesías en sus relatos y hablan libremente de su cumplimiento en los hechos ocurridos durante la vida y ministerio de Jesús.
La Primera Promesa de un Libertador
La primera promesa de alguien liberando a la humanidad del engaño de Satanás se encuentra en Génesis, inmediatamente después de que Adán y Eva pecaron. Dios dictó juicio contra la serpiente, quien personifica a Satanás:
Por lo que hiciste, “¡Maldita serás entre todos los animales, tanto domésticos como salvajes! Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón” (Génesis 3:14, 15).
Más importante que la enemistad natural que existe entre la serpiente y los seres humanos es el profundo significado que tiene de predecir el conflicto entre el libertador que vendría y Satanás (la serpiente) (Apocalipsis 12:9).
La frase “te aplastará la cabeza” se refiere a la simiente (semilla) de la mujer destruyendo las ataduras de Satanás a la humanidad. Esta profecía se cumplió cuando Dios envió a su Hijo al mundo como el hijo de una virgen. Los comentaristas bíblicos concuerdan que el significado de la simiente de la mujer aplastando la cabeza de la serpiente se cumplió en el sacrificio de Jesús en la cruz. Durante su vida y ministerio, Jesús, quien no tenía pecado (Hebreos 4:15), venció el poder de la serpiente, el diablo. Con su muerte, Jesús rompió las ataduras de Satanás hacia la humanidad. El cubrió el abismo originado por el pecado de nuestros antepasados y nos reconcilió con Dios. Si creemos que Jesús es el Cristo, nos ha dado el poder de “ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Ya que el evangelio de Cristo tiene poder para liberar a la humanidad de la opresión de Satanás, Jesús comisionó al apóstol Pablo a lo siguiente “abrirles los ojos y que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí [Jesús], reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados” (Hechos 26:18).
La muerte de Jesús en la cruz pudiera ser descrita como el ataque de Satanás al talón de Jesús. Pero Jesús triunfó sobre el pecado en la redención de la humanidad y sobre la muerte con su resurrección, aplastando así la cabeza de Satanás. Cuando los setenta regresaron a Él, reportando sus victorias sobre el poder de Satanás, Jesús dio testimonio de la derrota de Satanás: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18).
Jesús: Una Bendición Para Toda la Gente
Cuando Dios llamó a Abraham para que dejara su casa, su tierra y su parentela para que se fuera a una tierra que Dios le mostraría (Génesis 12:1), Dios le prometió, “¡Haré de ti una nación grande . . . y por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!” (v. 2, 3).
El apóstol Pablo aplicó esta promesa, declarando que a través de Jesús, un descendiente carnal de Abraham, todas las naciones son bendecidas: “Ahora bien, las promesas se le hicieron a Abraham y a su descendencia. La escritura no dice: ‘y a los descendientes’ como refiriéndose a muchos, sino: ‘y a tu descendencia,’ dando a entender uno solo, que es Cristo” (Gálatas 3:16). El apóstol Pablo continua diciendo: “y si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa” (v. 29). La simiente de Abraham heredará el reino de Dios. ¡Qué bendición tan grande!
El Linaje de Jesús
Las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento predecían que Jesús vendría a la posteridad a través de Abraham, específicamente a través de Judá, el hijo de Jacob. En su lecho de muerte, Jacob bendijo a Judá con estas palabras tan significantes: “El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero Rey [Shiloh VRV] quien merece la obediencia de los pueblos” (Génesis 49:10). La palabra Shiloh en este verso se refiere al Mesías prometido, el Cristo.
Considere estas dos profecías juntas: “Del tronco de Isaí brotará un renuevo; un vástago nacerá de sus raíces” (Isaías 11:1). (Isaí fue el padre de David.) “En aquellos días y en aquel tiempo, haré que brote de David un renuevo justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país” (Jeremías 33:15).
Estas profecías mesiánicas están prediciendo que “un Renuevo justo” nacería de Isaí, a través del Rey David, su hijo. ¡Ese Renuevo justo es Jesús! Juntas, éstas dos profecías, nos dicen de antemano que Jesús vendría por medio de Judá, Isaí y el Rey David.
Los evangelios de Mateo y Lucas nos hablan del linaje y la genealogía de Jesús. Mateo traza el linaje de Jesús desde Abraham hasta José. Lucas empieza con el padre de María y recorre su genealogía hasta el comienzo con Adán.
Mateo 1 comienza con Abraham:
Abraham fue el padre de Isaac, Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos . . . Booz padre de Obed, cuya madre fue Ruth, Obed, padre de Isaí; e Isaí padre del Rey David . . . Matán padre de Jacob; y Jacob fue padre de José, que fue el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo (Mateo 1:2, 5, 6, 15, 16).
Lucas 3 reporta el linaje de Jesús: “Jesús tenía unos treinta años cuando comenzó su ministerio. Era hijo, según se creía, de José, [yerno] de Elí, hijo de Matat . . . David, hijo de Isaí . . . Judá, hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham” (v. 23, 24, 31-33). Elí fue el padre de María, lo cual lo convierte en el suegro de José, el esposo de María. Por lo cual, al momento del nacimiento de Jesús, la gente conocía a Jesús como el hijo de José.
En Mateo el linaje real es transmitido a través de José, el padre legal de Jesús, y en Lucas los descendientes físicos de David vienen a través del linaje de María.
Un punto interesante es que, mientras los líderes judíos de los días de Jesús ponían en tela de juicio su mesianismo, nunca cuestionaron su linaje. La razón de esto es que el linaje familiar estaba muy bien documentado y preservado en la cultura judía. Las pruebas estaban ahí; Jesús podía trazar sus antepasados hasta David, Isaí, Judá, Jacob, Isaac, y Abraham.
El Tiempo de la Manifestación del Mesías
Los escritores del nuevo testamento dan la impresión de que ya en el aire se respiraba un ambiente de expectación mesiánica entre la gente piadosa de los tiempos de Jesús. Textos como Lucas 3:15 (“La gente estaba a la expectativa, y todos se preguntaban si acaso Juan sería el Cristo”) haciendo válida la anticipación de un Mesías que estaba surgiendo. Lucas menciona dos incidentes que prueban tal expectación. Uno relacionado con un hombre anciano y piadoso llamado Simeón. “Ahora bien, en Jerusalén había un hombre llamado Simeón, que era justo y devoto, y aguardaba con esperanza la redención de Israel. . . El Espíritu Santo estaba con él y le había revelado que no moriría sin antes ver al Cristo del Señor” (Lucas 2:25, 26).
El otro incidente tiene que ver con una viuda, llamada Ana. “Nunca salía del templo, sino que día y noche adoraba a Dios con ayunos y oraciones. Llegando en ese mismo momento [Cuando José y María estaban presentando a Jesús en el templo, v. 22, 39] Ana dio gracias a Dios y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén” (v. 37, 38).
Después del bautizo de Jesús, el Señor invitó a Felipe “sígueme” (Juan 1:43) “Felipe buscó a Natanael y le dijo, ‘Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas” (v. 45).
¿En qué forma los profetas habrían motivado a la gente a esperar al Mesías durante este periodo de la historia de la humanidad? La respuesta está en Daniel 9. De esta extraordinaria profecía se demuestra que es posible anticipar el tiempo aproximado de la venida del Mesías. El ángel Gabriel le dijo a Daniel:
Entiende bien lo siguiente: Habrá siete semanas desde la promulgación del decreto que ordena la reconstrucción de Jerusalén hasta la llegada del príncipe elegido. Después de eso habrá sesenta y dos semanas más’ (Daniel 9:25).
Estos dos periodos suman sesenta y nueve “sietes” (semanas) entre la promulgación del decreto de la reconstrucción de Jerusalén por el rey Artajerjes I, Rey de Persia in 457 a.c. (Esdras 9:9), y la venida del Mesías (el Ungido). En la profecía bíblica sesenta y nueve semanas suma 483 años (69 semanas, multiplicado por 7 días por semana, equivale a 483), usando el principio de un día por un año.
El decreto de reconstruir Jerusalén fue dictado en el año 457 a.c. El primer período de siete semanas, o 49 años, terminó en el año 408 a.c. El período de las sesenta y dos semanas, 434 años (contando hacia abajo desde el año 408 a.c.) terminó en el 26 d.c. Sin embargo, debemos añadir un año al 26 d.c. porque no había año cero entre el 1 a.c. y el 1 d.c. Por lo cual la profecía de Daniel se cumpliría alrededor del año 27 d.c. con el comienzo del ministerio del Mesías.
Lucas especificó la fecha en que Juan el Bautista comenzó “predicando un bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados” (Lucas 3:3). Fue el año 15 durante el reinado de Tiberio Cesar. Si Lucas usó el método Sirio de contar el tiempo (siendo desde Antioco mismo), el año 15 de Tiberio hubiera sido desde la caída del 27 d.c. a la caída del
28 d.c. (Comentario del Expositor de la Biblia, vol. 8).
Ese parece ser el tiempo cuando Jesús vino a Juan para ser bautizado y comenzar su ministerio (Lucas 3:21, 22). Recuerden que Juan era seis meses mayor que su primo, Jesús (Lucas 1:35-38).
Jesús mismo cumple la profecía en Daniel. Sólo Él vino y fue reconocido como el Mesías, el hijo de Dios, dentro de este estrecho periodo de tiempo. Sus milagros, su autoridad para enseñar, y el trabajo durante su vida cumplió también esta profecía. Por tal motivo los hombres y mujeres de esos tiempos que tenían la esperanza de que vendría un Mesías. ¡No se desilusionaron!
Profecías Concernientes al Nacimiento de Jesús
Siglos antes de que Jesús naciera, una serie de profecías predijeron varios factores acerca de su nacimiento. Ya hemos visto profecías acerca de los antepasados de Jesús y la indicación acerca de cuándo el Mesías se manifestaría. Ahora examinemos algunas de las profecías relacionadas al nacimiento de nuestro Salvador.
El Lugar del Nacimiento de Jesús
El profeta Miqueas profetizó en el siglo octavo a.c. que Jesús nacería en Belén:
Pero de ti, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, saldrá el que gobernará a Israel, sus orígenes se remontan hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemoriales (Miqueas 5:2).
El cumplimiento de ésta predicción se reporta en Mateo 2:1 (“después de que Jesús nació en Belén de Judea . . .”) y en Lucas 2:1, 3-7:
Por aquellos días Augusto Cesar decretó que se levantara un censo en todo el imperio romano . . . Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo. También José subió . . . a Belén, la ciudad de David . . . junto con María, quien estaba encinta. Y mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito.
Nacido de una virgen
“Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel” (Isaías 7:14).
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio de su profeta: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel” — que significa, “Dios con nosotros” (Mateo 1:22, 23).
Salvado de la Destrucción de Herodes
Cuando ya se habían ido, [Los magos] un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo. “Levántate,” le dijo, “toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.” Así que se levantó cuando todavía era de noche, tomó al niño y a su madre, y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. De éste modo se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi hijo” (Mateo 2:13, 14).
Esta profecía fue dada en Oseas 11:1: “Desde que Israel era niño, yo lo amé; de Egipto llamé a mi hijo.”
Profecías Concernientes al Sufrimiento y Muerte de Jesús
Particularmente sorprendentes son las profecías tan detalladas que nos hablan del sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús, “¡El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29). Varias de ellas se mencionan a continuación.
El Precio de la Traición
La Profecía
Les dije, “Si les parece bien, páguenme mi jornal; de lo contrario, quédense con él.” Y me pagaron solo treinta monedas de plata. (Zacarías 11:12).
El Cumplimiento
Uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes, “¿Cuánto me dan y yo les entregó a Jesús? Les propuso” Decidieron pagarle treinta monedas de plata (Mateo 26:14, 15).
La Traición de un Amigo
La Profecía
Hasta mi mejor amigo, en quien yo confiaba y que compartía el pan conmigo, me ha puesto la zancadilla (Salmo 41:9).
El Cumplimiento
“Ciertamente les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar.” Simón Pedro le hizo señas. . . “Pregúntale a quien se refiere.” “Señor, ¿Quién es? Preguntó él,” reclinándose sobre Jesús. “Aquel a quien dé este pedazo de pan que voy a mojar en el plato” -le contestó Jesús. Acto seguido, mojó el pedazo de pan y se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón (Juan 13:21, 24-26).
También Judas, el que lo traicionaba. . . llegó al huerto, a la cabeza de un destacamento de soldados y guardias de los jefes de los sacerdotes y de los fariseos (Juan 18:2, 3).
Uno de los doce, el que se llamaba Judas, les conducía. Éste se acercó a Jesús para besarlo, pero Jesús le preguntó: “Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?” (Lucas 22:47, 48).
El Silencio de Jesús
La profecía
Maltratado y humillado, ni siquiera abrió su boca (Isaías 53:7).
El Cumplimiento
Al ser acusado por los jefes de los sacerdotes y por los ancianos, Jesús no contestó nada. “¿No oyes lo que declaran contra ti?,” le dijo Pilato. Pero Jesús no respondió ni a una sola acusación, por lo que el gobernador se llenó de asombro (Mateo 27:12-14).
La Muerte de Jesús con los Transgresores
La profecía
Derramó su vida hasta la muerte, y fue contado entre los transgresores (Isaías 53:12).
El Cumplimiento
Con Él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda (Marcos 15:27).
Las Manos y los Pies Traspasados de Jesús
La Profecía
Me han traspasado las manos y los pies (Salmo 22:16).
El Cumplimiento
“¿Por qué se asustan tanto y por qué les vienen dudas? Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo!” (Lucas 24:38, 39).
Luego le dijo a Tomás: “Pon tu dedo aquí y mira mis manos” (Juan 20:27).
Escarnio y burla hacia Jesús
La profecía
Cuantos me ven, se ríen de mí; lanzan insultos, meneando la cabeza: Éste confía en el Señor, ¡pues que el Señor lo ponga a salvo! Ya que en él se deleita, ¡que sea él quien lo libere! (Salmo 22:7, 8).
El Cumplimiento
Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él . . . De la misma manera se burlaban de Él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos. “Salvó a otros,” decían, “¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en Él. Él confía en Dios; pues que lo libere Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: ‘Yo soy el Hijo de Dios?’” (Mateo 27:39, 41-43).
El Costado Traspasado de Jesús
La profecía
Entonces pondrán sus ojos en mí. Harán lamentación por el que traspasaron . . . (Zacarías 12:10).
El Cumplimiento
Uno de los soldados le abrió el costado con una lanza (Juan 19:34).
Los Huesos de Jesús no Fueron Quebrados
La profecía
Le protegerá todos los huesos, y ni uno solo le quebrarán (Salmo 34:20).
El Cumplimiento
Fueron entonces los soldados y le quebraron las piernas al primer hombre que había sido crucificado con Jesús, y luego al otro. Pero cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas. . . Estas cosas sucedieron para que se cumpliera la escritura: “No le quebrarán ningún hueso” (Juan 19:32, 33, 36).
La Hiel y el Vinagre
La Profecía
En mi comida pusieron hiel; para calmar mi sed me dieron vinagre (Salmo 69:21).
El Cumplimiento
Allí le dieron a Jesús vino mezclado con hiel; pero después de probarlo, se negó a beberlo (Mateo 27:34).
Echando Suertes Sobre la Ropa de Jesús
La Profecía
Se reparten entre ellos mis vestidos y sobre mi ropa echan suertes (Salmo 22:18).
El Cumplimiento
Lo crucificaron y repartieron su ropa echando suertes (Mateo 27:35).
La Tumba del Hombre Rico
La Profecía
Y se dispuso con los impíos su sepultura, más con los ricos fue en su muerte . . . (Isaías 53:9).
El Cumplimiento
Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea . . . que también se había convertido en discípulo de Jesús . . . José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro de su propiedad que había cavado en la roca (Mateo 27:57, 59, 60).
Profecías Concernientes a la Resurrección y Ascensión de Jesús.
Resurrección de Entre los Muertos
La Profecía
Por eso mi corazón se alegra, y se regocijan mis entrañas; todo mi ser se llena de confianza. No dejarás que mi vida termine en el sepulcro; no permitirás que sufra corrupción tu siervo fiel (Salmo 16:9, 10).
El Cumplimiento
“Viendo lo que sucedería más adelante, David habló sobre la resurrección del Cristo, afirmó que Dios no dejaría que su vida terminara en el sepulcro, ni que su fin fuera la corrupción. A éste Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos” (Hechos 2:31, 32).
Ascensión a los Cielos
La Profecía
Cuando tú, Dios y Señor, ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; tomaste tributo de los hombres, aún de los rebeldes, para establecer tu morada (Salmo 68:18).
El Cumplimiento
Habiendo dicho esto, mientras ellos lo miraban, fue llevado a las alturas hasta que una nube lo ocultó de su vista (Hechos 1:9).
El apóstol Pablo menciona el Salmo 68:18, aplicándolo a Jesús: “Cuando ascendió a lo alto, se llevó consigo a los cautivos y dio dones a los hombres” (Efesios 4:8).
Creyendo y Creciendo en Jesús
Después de la resurrección, todos los discípulos estaban luchando para aceptar el hecho de que Jesús se había levantado de la muerte y que estaba vivo. Tomás quería y necesitaba ver y comprobar este hecho en persona, antes de creerlo. Pero cuando vio a Jesús, confesó, “‘¡Señor mío y Dios mío!’ Y Jesús le respondió, ‘Porque me has visto, has creído, dichosos los que no han visto y sin embargo creen’” (Juan 20:28, 29).
Tenemos el testimonio completo de parte de nuestro Dios, primero por medio de sus profetas y ahora por medio de testigos, de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. ¡Y aunque no podemos verlo en persona, sí podemos clamar esta bendición creyendo en Él como nuestro Señor y Salvador!
Las profecías citadas en este folleto son solamente unas muestras de todo lo que fue dicho acerca del Mesías y su nacimiento, vida, ministerio, muerte, resurrección y ascensión. ¡Y son suficientes para certificar que Jesús es verdaderamente el Mesías digno de nuestra fe, amor y servicio! Estas profecías tienen que ver únicamente con el primer advenimiento de Jesús. Y también hay pruebas que nos hablan de su segunda venida y el establecimiento de su reino eternal.
Todas las predicciones hechas acerca de su primera venida, cientos de años antes de su nacimiento, han sido documentadas y se han cumplido. El cumplimiento de éstas profecías nos proveen de razones más que suficientes para reconocerlo como el Mesías. Y por supuesto Él es el Salvador del cual Dios dijo que había de venir, en la forma de la simiente de una mujer, para aplastar la cabeza de nuestro adversario — la serpiente, Satanás.
Pero más allá del cumplimiento de la profecía, nuestro Señor Jesucristo dio a la humanidad el gratuito y gran regalo de la salvación. El llevó consigo mismo el castigo por nuestros pecados en la cruz del calvario de modo que nosotros estemos libres de culpa del pecado, de su castigo y de nuestra inclinación al pecado. Podemos gozar de esta libertad creyendo en Jesús como el Mesías y clamando su sacrificio y sangre derramada por nuestros pecados. Más allá, debemos seguir nuestra declaración de fe arrepintiéndonos de nuestros pecados y decidiéndonos a dejar atrás la vida de pecado, para servir a Dios en obediencia. Después de arrepentirnos, debemos ser bautizados por inmersión en agua, en el nombre de Jesucristo, para empezar una vida de servicio a Dios.
Habiendo realizado estos actos de fe, entonces debemos nutrir esta nueva vida con la palabra de Dios: “Deseen con ansias la leche pura [de la palabra], como niños recién nacidos. Así, por medio de ella crecerán en la salvación, ahora que han probado lo bueno que es el Señor” (1 Pedro 2:2, 3). El estudio regular de la biblia debería ser acompañado por adoración y comunión con otros cristianos.
Tales devociones y deberes cristianos sustentan la vida espiritual y su crecimiento.