La comida es una fascinación para el mundo moderno. El buen comer y la nutrición han sido siempre una necesidad básica para la salud personal y el crecimiento, así también como una actividad gratificante y socialmente formativa. También en estos días, la comida es una industria de entretenimiento, con redes enteras dedicadas al deleite culinario.
No es de sorprender que problemas de salud como la obesidad, diabetes, problemas del corazón, alergias a los alimentos, y trastornos alimenticios nos tengan hablando frecuentemente sobre comida. A pesar de los avances en genética y transportación que nos permiten producir y consumir una más amplia variedad de comida que antes, las dietas modernas, y las limpiezas han proliferado.
Dentro de este contexto moderno ha surgido un interés renovado en lo que la Biblia, en particular las escrituras hebreas, dicen sobre el comer y la comida. ¿Qué es lo que la Palabra de Dios enseña sobre este tema? ¿Realmente le interesa a Dios lo que comemos? ¿Pueden los cristianos bajo el nuevo pacto honrar y servir a Dios con su alimento como lo hacen en otras áreas de su vida? Y si es así, ¿cómo?
Este estudio tiene el propósito de contestar esas preguntas. Veremos que las Escrituras realmente hablan mucho sobre el comer y el alimento — con amplias implicaciones. Después de todo, el primer mandamiento de Dios, y nuestro primer pecado, fue acerca del comer. Entonces, ¿por qué el Creador que nos dio la comida para disfrutarla (Génesis 1:29), define el primer pecado de la humanidad por nuestro apetito? ¿Será que la comida, aunque sea un poco, llega a los fundamentos de la necesidad humana, deseos, relaciones, y nuestra total dependencia en nuestro Creador? ¡Qué mejor significado, entonces, saber que para Dios, la comida es un medio para enseñar a sus hijos lo que significa ser santo, y que le pertenecen en este mundo que Él creo! Vamos a ver lo que dice la Biblia al respecto.
Un Pueblo Santo
Aunque a Dios le preocupa nuestra salud (Éxodo 15:26; Salmos 103:1-3; Lucas 9:1, 2; 3 Juan 2), sus instrucciones sobre la comida no están tan enfocadas al bienestar físico tanto como en el deseo de que el pueblo del pacto sea santo — apartado de la maldad del mundo. Un buen ejemplo de este tema en las Escrituras proviene de la pluma del apóstol Pablo en el libro de Romanos 12:1, 2: “Asi que les ruego . . . que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es el culto racional de ustedes. No se conformen a este mundo . . .” El crecimiento hacia la santidad al que incita este verso, toma lugar en la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo trabajando a través de la Palabra en los corazones de los seguidores de Cristo. No como un medio de salvación, ésta respuesta de fe produce una mente renovada y la voluntad para someterse a Dios, en lugar de nosotros amoldarnos a las formas del mundo.
Este proceso de santificación produce beneficios físicos y espirituales a medida que el creyente crece en entendimiento de lo que Dios distingue entre lo santo y lo impío. Los cristianos que buscan la santidad buscarán los caminos puros de la justicia y evitarán toda maldad e impureza. El apóstol Pablo expresa esto poderosamente en su discusión sobre los ídolos en 2 Corintios 6:11-18: “¡Salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor. No toquen lo que es impuro, y los recibiré” (v. 17, citado del libro de Isaías 52:11).
Lo que comemos y lo que no comemos es solamente una de las muchas oportunidades diarias que tenemos para practicar esta santidad. Varios principios bíblicos y mandamientos (Proverbios 23:21), pueden servirnos de guia en nuestras elecciones dietéticas así también en como evitar la embriaguez y la glotonería. Los cristianos haríamos bien en estudiar y poner en práctica estas directrices, guardándonos así de prácticas alimenticias no saludables ni bíblicas. En este estudio nos enfocaremos en una guía bíblica con respecto a los alimentos.
Antiguo Testamento
Desde el tiempo del diluvio, las Escrituras distinguen entre animales limpios e inmundos. A Noé se le dijo que llevara siete animales “limpios” y dos “inmundos” con él en el arca (Génesis 7:2, 8). Esto sugiere que una gran cantidad de animales estarían disponibles para alimento y sacrificios después del diluvio, dejando otros solo para fines de propagación de su especie. Mientras que el sacrificio de animales fue introducido por Abel en Génesis 4, Dios no hizo distinción entre los animales limpios e inmundos, sino hasta que la carne de los animales se consideró como alimento en el tiempo de Noé.
Después de salir del arca, “Noé edificó un altar al Señor, y tomando de todo animal limpio y de toda ave limpia, ofreció holocausto en el altar” (Génesis 8:20). Si hubiera habido solo una pareja en reproducción disponible, el alimento y las ofrendas de animales limpios e inmundos que Noé ofrecía después del diluvio hubiera resultado en la extinción de esa especie.
Luego, Dios le dijo a Noé: “Todo lo que se desplaza y vive les servirá de alimento. Del mismo modo que las plantas, les doy todo,” (9:3). Nuestra primera impresión aquí, puede ser que Dios le dio a Noé todos los animales como alimento. Pero esto ignora el contexto mencionado en los párrafos previos. La última frase de éste verso, (“toda planta”), denota otro calificativo importante. Anteriormente, Dios le había dado al hombre “todo planta que da semilla . . . y todo árbol cuyo fruto da semilla . . . para comer” (1:29). Esto es, Dios le permitió al hombre comer plantas, con límites. El árbol de la ciencia del bien y del mal es un ejemplo de esos límites en “cada” árbol (2:16-17).
Así que cuando Dios le dio a Noé todos los animales “así como toda planta,” lo que implica que ya se habían comprendido las limitaciones de los animales que se habían dado como alimento, al igual que las plantas en el Edén se habían permitido con limitaciones. Se nota que Noé ya sabía lo que Dios había designado como comida, esto lo vemos cuando Dios le ordena guardar en el arca junto con todo “alimento que se come” (6:21).
Esta implicación es reforzada por el testimonio de la Ley de Dios para comprobar la distinción que Dios hace entre animales limpios e inmundos, no solo para propósitos de sacrificios, sino también para la dieta humana. Después de mencionar cuales animales eran limpios y cuáles eran inmundos en Levítico 11, Dios dice en los versículos 45-47,
“Yo soy el Señor. . . sean santos, porque yo soy santo. Esta es la ley acerca de las bestias, de las aves, de todo ser viviente. . . para que hagan distinción entre lo inmundo y lo limpio, y entre los animales que se pueden comer y los animales que no se pueden comer.”
Aunque el tema de los sacrificios y las ofrendas es muy importante en Levítico, esas palabras no aparecen en Levítico 11. Esos dos pasajes clave acerca del regalo del alimento a Noé y Moisés comienzan con “Entonces el Señor le dijo (habló) a . . .” (Génesis 7:1; Levítico 11:1). Estas introducciones nos recuerdan que Dios es nuestro Creador.
Él dice la palabra, dando y limitando el alimento para sus creaturas
(Génesis 1:29; 2:16-17). Porque fuimos creados a su imagen (1:27), Dios quien separó y santificó en la creación llama a su hijos a que lo imiten al distinguirse entre lo santo y lo impío, lo bueno y lo malo, en todas las áreas de la vida — desde el sexo hasta la comida y todos los puntos intermedios que hay entre eso. Esta preocupación tan extensa por la santidad es vista especialmente en las instrucciones morales dadas tanto a Israel y al extranjero en Levítico 17-20. Esta sección de las Escrituras repite el mandamiento “ser santos . . . [como yo] soy santo” (19:2; 20:26). Es interesante como esta sección también comienza y termina con referencia a lo limpio y a lo inmundo (17:14; 20:25) Esta distinción crítica entre lo limpio y lo inmundo, y nuestro llamado a reconocerlo aparece con frecuencia en el Antiguo Testamento, tanto en referencia a los alimentos, como a la santidad en general (ej. Levítico 10:10, Deuteronomio 14:3-21; Isaías 66:17; Ezequiel 22:26; 44:23). Cuando Israel falló en hacer esas distinciones sagradas, particularmente en asuntos de dieta, sexo, y adoración, los resultados fueron prácticas a las que el Señor Dios se refería como “abominaciones” (Deuteronomio 7:25,26; 14:3; Levítico 18:22-30).
Nuevo Testamento
Al igual que el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento también contiene varios textos que animan al pueblo de Dios a evitar lo que es inmundo y procurar lo que es limpio en todas las áreas de la vida (por ejemplo: Romanos 12:1-2; 2 Corintios 6:11-18; Tito 2:11-15; 1 Pedro 1:15, 16, etc.). Aunque el mandamiento de evitar comer animales inmundos no se repite explícitamente, varios pasajes del Nuevo Testamento implican la continuidad de ésta instrucción. ¡Curiosamente, algunos de esos versos son utilizados con frecuencia para enseñar que la distinción entre carnes limpias e inmundas ha sido abolida! Vamos a considerarlas.
Hechos 10 es el texto clave que usan para argumentar en contra de la perpetuidad de los alimentos limpios e inmundos para los cristianos. Aquí, Pedro tiene una visión sobre varios animales, limpios e inmundos, y se le ordena que mate y coma. El retrocede con disgusto, indispuesto a hacerlo porque nunca había comido nada inmundo o común (Ezequiel 4:14). Esta respuesta pudiera indicar ya sea que las enseñanzas de Cristo no abolieron las leyes sobre lo limpio y lo inmundo, o que Pedro no entendió las enseñanzas de su Señor referentes a lo limpio e inmundo.
En la visión, se le dice a Pedro que no debe llamar común a lo que Dios ha limpiado. La visión se repite tres veces y deja a Pedro todavía hambriento y preguntándose sobre su significado. (Hechos 10: 9-17)
Más tarde, en la casa de Cornelio, Pedro entiende el significado de la visión: “Dios me ha mostrado que no llame a ningún hombre común o inmundo” (verso 28, enfatizado). En ninguna parte de las Escrituras dice que Dios haya querido decir, o que Pedro entendió, que ésta visión significaba que Dios había hecho todos los animales limpios. Más bien, la explicación bíblica de la visión es que Dios quería que Pedro dejara de ver y tratar a los gentiles con disgusto, como si fueran inmundos o comunes. En nuestra interpretación, debemos ser cuidadosos de no agregar otros significados a las visiones de las Escrituras para darles un significado diferente del que les fue específicamente dado.
Así que, el principal verso usado para apoyar el consumo de animales inmundos, cuando se comprende como Pedro lo hizo, no apoya para nada esa práctica. Más bien, refuerza implícitamente el argumento para que los cristianos puedan hacer distinción entre las carnes limpias e inmundas. Pedro, un apóstol de la fe, testificó después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo que él todavía respetaba esa distinción en su dieta. Pareciera que Dios habría usado esta ocasión para corregir la forma de pensar de Pedro y sus prácticas sobre el alimento, pero no lo hizo.
Nuestra próxima cita bíblica, 1 Timoteo 4:3-5, lista algunas cosas prohibidas para aquellos que se apartan de la fe, incluyendo, “alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participaran de ellos. . . .” Frecuentemente utilizado para permitir que los cristianos coman cualquier animal que les plazca, éste texto en realidad enseña que debemos recibir y comer con acción de gracias cualquier comida que es santificada por medio de la palabra de Dios y la oración (v. 5). Así que este pasaje defiende el consumir solamente lo que Dios creó como alimento, y Dios nunca declaró — en su Palabra — que los animales inmundos deberían tenerse por alimento.
Otros textos bíblicos relacionados con los alimentos y usados frecuentemente para avalar el consumo de carnes inmundas, realmente tratan el asunto de tradiciones humanas, no el de carnes limpias e inmundas. De modo que el incidente en Marcos 7:1-23 es acerca de las tradiciones de los ancianos acerca del lavamiento de manos (versos 3, 4), por lo cual, los comentarios de Jesús en los versículos 14-23 deben ser entendidos en ese contexto. Además, la purificación de la que se habla en el versículo 19 es del proceso digestivo, no de la limpieza de carnes inmundas antes de ser consumidas. En lugar de abolirlas en Marcos 7, Jesús defiende el mandamiento de Dios en contra de las reglas y tradiciones creadas por los hombres (v. 8, 9 Mateo 5:17).
En Romanos 14:14 Pablo dice, “Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es impuro [koinos- común] en sí mismo.” Ya que aquí el contexto está haciendo un contraste entre comer vegetales y carnes (14:1-4); esto no debe mal interpretarse al comparar animales limpios e inmundos. Es muy probable que esta situación haya involucrado el caso de algunos cristianos que estaban evitando comer carnes o tomar vino que probablemente se habían vuelto comunes, contaminándose por haberse asociado con la idolatría y que si no hubiera sido así, hubieran podido comer. Pablo no está diciendo aquí que “no hay nada inmundo [akathartos] en sí mismo”. La palabra akathartos, el equivalente griego a la palabra tame (o inmundo) en Levítico 11 y Deuteronomio 14, es usada consistentemente en referencia a espíritus inmundos, animales, y comportamientos bíblicamente definidos (Marcos 7:25, Hechos 10:14; 2 Corintios 6:17; Efesios 5:5; Apocalipsis 18:2).
Similarmente los comentarios de Pablo en 1 Corintios 8 y 10:23-31 no se refieren a los animales limpios e inmundos sino a la comida ofrecida a los ídolos. Aunque los comentarios de Pablo se usan frecuentemente para apoyar el consumo de carnes inmundas, las Escrituras nunca definen las carnes inmundas como alimento legítimo. También pasajes como Romanos 14:14 y Colosenses 2:16, los cuales hablan de alimentos no deben ser mal interpretados pensando que se refieren al asunto de animales inmundos.
El debate de la iglesia primitiva sobre asuntos que limitaban el comer alimentos potencialmente contaminados por la idolatría o inmundos (Romanos 14; Hechos 10) muestra la profunda naturaleza conservadora de la controversia, la cual refuerza la amplia aceptación de la enseñanza bíblica referente a lo limpio e inmundo.
El interés del Nuevo Testamento en cuanto a comer conforme a la Biblia tanto para judíos como para gentiles es probablemente mejor visto en los resultados del Cocilio de Jerusalén (Hechos 15). El decreto de los apóstoles que surgió de ese concilio trató los reglamentos alimenticios de tres de los cuatro requisitos mínimos para los gentiles convertidos (v. 20, 29; 21:25), y en el mismo orden en que fueron dados en Levítico 17-20: absteniéndose de 1) carnes ofrecidas a los ídolos (17:3-9); 2) sangre (v. 10-14); 3) animales estrangulados (v. 15, 16); y 4) inmoralidad sexual (18:1-30). Así el decreto de los apóstoles sigue las instrucciones de Dios dadas a Noé e Israel, implicando de esta manera que los cristianos del nuevo pacto también están llamados a disfrutar de las bendiciones del alimento mientras lo hagan dentro de los límites divinamente señalados.
En resumen, estos pasajes ilustran que el Nuevo Testamento contiene una cantidad substancial de enseñanzas sobre los creyentes y el alimento. Aunque el Nuevo Testamento nunca repite en forma explícita la ley sobre lo limpio e inmundo, tampoco explícitamente la rechaza. Y lo más importante, en toda la Biblia vemos ejemplos de la dieta bíblica — la forma en que Jesús comía — y en ningún lado en el Antiguo Testamento encontramos que los animales inmundos eran celebrados en forma positiva en la dieta del pueblo de Dios.
Apártense
Habiendo considerado en forma breve los testigos bíblicos, invitamos confiadamente a los creyentes para hacer distinción entre los animales limpios e inmundos en su dieta, tanto para beneficio espiritual y físico. Comer con discernimiento y sin ofensa, para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31). Dios desea que su pueblo se santifique y tenga buena salud, física y mental, y de esa manera imitarlo a Él al distinguir entre lo bueno y lo malo, lo limpio y lo inmundo. Como escribió el apóstol Pedro, mencionando Levítico 11:44, 45, “Antes bien, así como aquel que los ha llamado es santo, también sean santos ustedes en todo especto de su manera de vivir porque escrito está: Sean santos porque yo soy santo. ” (1 Pedro 1:15, 16).
En un mundo que está fascinado con comer y muy a menudo esclavizado a sus apetitos, esperamos que la práctica de este consejo bíblico sea una expresión externa de amor por nuestro Creador, y un deseo interno de honrar a Cristo, que no esté manchado por la maldad del mundo. Que cada vez que comamos seamos guiados por el Espíritu y aprendamos a separar lo inmundo en cada área de nuestra vida.